martes, 9 de octubre de 2012

1714: UNA HORA DE ESPAÑA

 
              El 26 de octubre de 1924, el maestro José Martínez Ruiz, Azorín, lee su discurso de ingreso en la Real Academia Española. Habla el escritor de Monóvar sobre su predecesor, Juan Navarro Reverter.  Refiere su cortesía en el habla, su palabra discreta, delicada, en la conversación; sus viajes por el mundo sobre los que ha recogido observaciones mil; su gusto por los poetas; su abstracción frente al mar, ante la inmensidad azul, y se pregunta: “¿Qué es lo que nos sugieren el mar y el cielo inmensos? ¿Estamos en la España del siglo XX o en la pretérita? ¿Qué es el tiempo y qué es la eternidad?” “Los hombres –añade- son como sombras de sombras.  Surgen en el mundo un instante y se desvanecen… Nuestros antecesores de cuatro siglos atrás se verán a par nuestro. Los conflictos íntimos de unos y otros son los mismos.” Se abstrae el orador y se refiere a la consideración del tiempo y de la eternidad, que levanta el escenario de la Historia. “¿Estamos en 1560, o en 1570, o en 1590? Es una hora de España lo que estamos viviendo. Es una hora de España lo que vivimos –con la imaginación- en este atardecer, frente a la inmensidad del mar.” Y en su admiración por el amor del operario hacia su profesión, de la perseverante cordialidad de los artesanos, construye “Una hora de España”, que introduce con una cita de Calderón, recogida de “En esta vida todo es verdad y todo mentira”, jornada III, escena VII:… “Qué fue síncopa de un año o paréntesis de un siglo.”
El domingo 7 de octubre de 2012, durante el derbi español conocido por los periodistas como “el clásico”, por ser el partido que más veces se ha repetido entre dos clubes españoles, y el encuentro de fútbol más seguido del mundo, con más de 500 millones de espectadores, en el minuto 17 y 14 segundo de las dos mitades, jugando con la fecha de 1714, en que Cataluña perdió la Guerra de Sucesión, el Camp Nou se cubrió de miles de estelades (en catalán estrellada, bandera no oficial, utilizada por los partidarios de ideología independentista de Cataluña) mientras los aficionados gritaban in-inde-independència, con la cadencia coreada por los soberanistas. Dos minutos y dos segundos en una hora de España, en un escaparate de España al mundo, que no debió producirse en un partido de fútbol que disputaren dos equipos españoles y universales.
              Políticos y cronistas han interpretado, cada cual a su parecer, esta proclama soberanista, que al presidente Mas parece habérsele ido de las manos. No pueden utilizarse unilateralmente aspiraciones legítimas sin el concurso y la aprobación de las instituciones del Estado y de los ciudadanos de la nación que componen ese Estado. Ni mucho menos aprovecharse de un escaparate universal de España para decir que “Cataluña no es España”, o que es una nación o un estado. Quien pierde una guerra no debe aspirar a conquistar la paz con otra guerra que destruiría la nación. No se puede perder en dos minutos lo logrado durante siglos, y menos aún en esta hora de España.
 
              Aunque fuere “més que un club” por su simbolismo, el Barça asume una afición universal por la belleza en la práctica de un deporte de todos. No puede arrogarse, por ello, aunque lo diga su presidente, que representa el idealismo catalán, porque muchos de sus jugadores también representan a España, como en la nación y en el mundo entero se viven con pasión su juego y sus triunfos. Si asumiere ese único ideal catalanista, a qué participar en la Liga española y en la Copa del Rey, como antes lo hiciere en la del Generalísimo. Es una contradicción querer estar con todos y con ninguno: que paguen todos para nosotros solos.
 
              Los catalanistas celebran como una guerra de secesión lo que en realidad fue una guerra de sucesión. Como afirma Javier Barraycoa, vicerrector de Abat Oliva CEU, en “La Gaceta”, no es de extrañar que  “los nacionalistas escogieran como Diada nacional una derrota en vez de una victoria” y  “que el padre del nacionalismo catalán, Prat de la Riva, dijere respecto a los defensores de 1714: Admirarlos, pero no imitarlos”, pues fuere consciente de la necesidad de España para la prosperidad de Cataluña.

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