Ya pagamos hasta por respirar, por tener dinero en el banco, por disfrutar un sol de todos, que las eléctricas quieren apropiarse para sí; por tener una casa, y por no tenerla; por comer y vestir... y hasta por pagar la atención sanitaria para seguir viviendo. Vivir por vivir se puede si viviéremos como los indios en su hábitat, que les da comida, bebida y plantas medicinales para curarse, aunque al final también mueran; pero que en un mundo cada día más civilizado, 150 millones de personas se arruinen al año por pagar la atención sanitaria, o, peor aún, que mueran por no poder hacerlo, es volver a un pasado que creíamos superado.
El informe
anual 2013 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto el acento en
estos datos: arruinarse por la atención sanitaria, o morir por no poder
hacerlo. No se trata de arruinarse por la crisis, por perder los ahorros de
toda una vida víctimas del engaño de los bancos, subordinados como están a su
cuenta de resultados, sin importarles la de sus clientes. Hasta en ellos hemos
perdido la fe, como en los políticos: por la corrupción, por sus engaños, que
les inducen a mentir y a despedir a su personal para sobrevivir ellos solos,
sin importarles nada a quienes sirvieren, porque se bastan para servirse a sí
mismos con los dineros de todos.
El informe
de la OMS hace una sola mención a España al referirse al tratamiento de las
isquemias (reducción del flujo sanguíneo cerebral a niveles insuficientes para
mantener el metabolismo necesario para la normal función del cerebro) y a la
importancia de medir sus efectos y ampliar la atención. Nada dice del recorte
de asistencia a los inmigrantes ni del copago sanitario de los pensionistas,
muchos de los cuales dejan su tratamiento porque no pueden pagarlo, y quizá
también mueran antes por no hacerlo.
No estamos
en el Tercer Mundo para hablar aún de reducir la muerte de niños posneonatales,
ni de usar mosquiteros para prevenir la malaria
o de ampliar el tratamiento de antivirales para el VIH. Hay, todavía, muchos baches
y retos en muchos países de África y Asia, según la directora de la OMS, para
que, con el compromiso de los políticos y de la gestión adecuada, podamos ir
avanzando para evitar la ruina por pagar la atención sanitaria, o la muerte por
no poder hacerlo.
A nivel
nacional, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad hizo público
el pasado día 14 el Barómetro Sanitario correspondiente a 2012, cuyos datos
han sido acogidos con satisfacción por la Junta de
Extremadura, mientras
que la oposición, liderada por el PSOE, acusa a Monago de interpretarlo a su
favor, cuando ha hecho los recortes más
brutales de la historia de la sanidad en la comunidad autónoma. Señala, al respecto, el secretario
de Sanidad socialista, José María Vergeles, que los extremeños otorgan a la
sanidad pública una de las notas más bajas del país (6,29) y acusa a la Junta
de primar la sostenibilidad económica a la social y sanitaria de la comunidad,
y alude al cierre de las 21 urgencias rurales sin criterios técnicos, aunque
después se hayan abierto cinco, sin que se sepa nada de las otras; al copago
sanitario, que provoca que haya pacientes que "no pueden tomar
medicamentos por no poder pagarlos"...
Los datos
están aquí y cada lector y paciente puede sacar sus conclusiones por sí mismo
si le echa un vistazo al Barómetro. Hay un dato, por encima de las
valoraciones de la asistencia sanitaria, que nos parece más vital: las áreas
consideradas de mayor interés por los extremeños: Trabajo, 38,89 por ciento;
Sanidad, 34,58 por ciento; y Educación, 11,84 por ciento, a bastante diferencia
del resto. Que el 20,56 por ciento de los extremeños afirme que el sistema
sanitario del país funciona bastante bien, y el 46,41, que funciona bien, pero
necesita cambios; frente a un 28,35 por ciento que dice que necesita cambios
fundamentales, y un 4,67 que afirma que hay que reformarlo porque está mal...,
no es para echar las campanas al vuelo. Como dice el informe de la OMS, aunque
no se refiera a Extremadura, hay muchos retos, y los datos son manifiestamente
mejorables, pero hace falta "compromiso político" y "gestión adecuada",
en palabras de Margaret Chan, directora de la OMS.
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