Ferragosto es en Extremadura, más que el éxodo, el retorno.
Fuere también, y siempre, Feriae Augusti (Vacaciones de Augusto), la feria
instituida por el emperador Augusto en el año 18 antes de Cristo, cuando
Emerita Augusta ya existiere, y que ponía fin a las festividades con que celebraren
el fin de las labores agrícolas, entre otras el Palio de Siena. El Ferragosto
principiaba el día de la Asunción, fiesta en los pueblos, desierto en la
ciudad. Hay dos Ferragostos que dividen en la región un fin de la recogida de
cosechas, y otro, de respiro vacacional en la ciudad, para quien pudiere.
En el medio rural, la cohetería anuncia las
fiestas patronales, adobadas de honores a la patrona, pasacalles musicales,
toros en la plaza o de fuego amenazante de madrugada o por las noches; bailes
de parejas en la plaza y hasta de singles en los pasodobles. Han regresado al pueblo
quienes se fueron; otros, quienes viven fuera, retornan a él en época estival.
Para muchos, fuere el reencuentro anual con los orígenes, con la familia, con
los amigos, con el mundo nunca perdido de la infancia; para otros, los
urbanitas, desprovistos ya de vacaciones, es el único "puente", el
tránsito entre dos orillas, una parada mínima y bastante en el camino, que nos
permita volver de nuevo tras el bautizo obligado que mitigue el calor en la
ciudad.
Feriae Augusti
(Vacaciones de Augusto), Ferragosto, no solo en Italia, sino en todo el Mare Nostrum,
donde el calor hiciere casi imposible el trabajo que, en el campo, hubiere
concluido hasta la próxima estación. Cuanto más oriental, el Mediterráneo fuere
más caluroso. En Italia, Grecia, Chipre, Egipto, Israel..., solo los turistas
desfilan tras el guía oyendo el canto de las chicharras, contemplado monumentos
y viendo museos. Desde el amanecer, las ciudades permanecen desiertas,
abandonadas, con los bares, restaurantes y comercios cerrados. No es la crisis,
no; es el Ferragosto, el alivio de los que no hubieren otro mayor que el
"puente de la Asunción" para mojar sus cuerpos en el mar, el río, el
pantano o las piscinas; o vivir, en la montaña, esta necesidad: desconectar de
la realidad, dejar las preocupaciones de un lado, aunque la conexión esperare a
la vuelta; el apaciguamiento del ánimo, la separación de la ansiedad.
Porque
naciere en Roma por Augusto y se asociare a la Ciudad Eterna, el Ferragosto fuere
ya patrimonio del mundo civilizado, aunque cada día menos. Así, el cine
italiano ha llevado a la pantalla su significante y significado: "La escapada"
(1962), de Dino Risi, que nos ofrece el contraste de una Roma abandonada y las
ciudades bulliciosas de los balnearios de la Toscana; y "Vacaciones de
ferragosto" (2008), de Gianni de Gregorio, o el disfrute de la vida que no
fuere cuestión de edad, sino de cabeza. No fueren las únicas que intentaren
explicar este fenómeno, cada día más extendido. "Un sacco bello"
(1980) nos presenta una Roma desierta en el Ferragosto; o "Las edades del
amor", que nos ofrece el climax del enamoramiento de sus protagonistas
durante los fuegos artificiales del Ferragosto. "En una Roma desierta de
un Ferragosto cualquiera", comienza Risi la película "Il
sorpasso" (1962). El "Ferragosto" en Italia; en España, la
Virgen de Agosto; la Asunción en el pueblo; el vacío en la ciudad. Todo el
mundo está de Ferragosto... "Son mis únicos días", te anuncian
alborozadas las mujeres trabajadoras que se van a la playa. En los pueblos nos
quedan las verbenas como añoranza del pasado, una vivencia aún de presente, las
cosechas en las trojes, a la espera de otras por venir...
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