El profesor de Historia
Antigua de la Universidad de Extremadura Julio
Esteban Ortega [i] ha sacado recientemente a la luz el
cuarto tomo de su "Corpus de inscripciones latinas de Cáceres" [ii],
su obra más destacada, que consta de cinco volúmenes.
El autor señala en su Introducción que "de la historia
de la indígena Cauria y la romana Caurium, lo desconocemos prácticamente
todo". Cita al geógrafo griego Claudio Ptolomeo, en su nomenclator de
ciudades de Hispania, quien la nombra como Caurion;
y a Plinio, quien en su descripción
de las ciudades de Lusitania, la cita como uno de los 36 oppida stipendiaria (lugares elevados, colina o meseta, cuyas
defensas naturales se han visto reforzadas por la intervención del hombre) con
que contaba la provincia y afirma que no todos los oppida stipendiaria mencionados por Plinio accedieron al estatuto de privilegio, como ocurriere con Caurium, "sobre la que no hay
constancia cierta de su promoción estatutaria en época Flavia, cuando lo
hicieron otras comunidades cercanas como Capera,
Augustobriga o Civitas Igaeditanorum" (Cáparra; antigua Talavera la Vieja, en
la calzada romana desde Emerita Augusta hasta Caesarobriga (Talavera de la Reina); y Egitania en tiempos de los Flavio, actual Idanha-a-Velha, en Portugal).
El autor subraya que en las tres ciudades citadas hay testimonios arqueológicos
de sus edificios públicos: templos, foros, anfiteatros..., además de
referencias epigráficas, que no se encuentran en Caurium, donde no hay ningún tipo de restos monumentales de época
romana, salvo sus murallas bajo imperiales. De otro lado, anota que la
epigrafía ha aportado testimonios de la promoción de la ciudad. Y, lo que es
muy significativo, --añade-- la onomástica y la teonimia (nombres indígenas de
divinidades de la Península Ibérica, tanto en inscripciones latinas como
paleohispánicas) son abrumadoramente indígenas si las comparamos con las demás
ciudades citadas.
El profesor Esteban
Ortega sostiene que, de la información suministrada por las fuentes
literarias, arqueológicas y epigráficas, se deduce que Caurium pudo surgir a partir de un centro indígena (posiblemente,
la Cauria lusitana) que, por su
posición estratégica en el Valle del Alagón, se convierte en polo de atracción
de comunidades vecinas que parecían resistirse al proceso de romanización. El
autor arguye que la entidad del poblamiento en la época alto imperial no parece
que fuere lo suficientemente importante como para promocionarse en época
Flavia, "y será a partir del siglo III y IV cuando se rodee de una
impresionante muralla y la ciudad adquiera la importancia que estaba llamada a desempeñar
en las últimas etapas del Imperio y la Alta Edad Media, convirtiéndose en sede
episcopal al menos desde el 598, cuando el obispo de Coria Jacinto asiste al III Concilio de Toledo", con doce más de la
Lusitania, entre ellos el cauriense Donato.
Para el autor, la situación geográfica de Caurium la aleja de las grandes
arterias de comunicación que vertebran Hispania,
como la Vía de la Plata, que atravesaba de norte a sur las tierras extremeñas.
De otro lado, los estudios arqueológicos, lingüísticos y epigráficos más
recientes señalan la inclusión de estos territorios en el área de influencia de
los lusitanos. Se trata de la zona fronteriza más occidental de la Lusitania
prerromana en contacto con el pueblo vetón, indica el autor, por lo que su
condición de frontera y las afinidades culturales más ancestrales, dificultan
la diferenciación del ámbito territorial de ambos pueblos, que se pone de
manifiesto con los procesos de etnogénesis de la Edad del Hierro. Añade el
profesor Esteban Ortega que "la
celtiberización de ambas Mesetas y el suroeste peninsular fue poco a poco transformando
las estructuras sociales, la cultura y las costumbres de los pueblos sobre los
que ejercen presión, que habían permanecido inmutables a lo largo de los dos
últimos milenios, diferencias que son claramente perceptibles entre lusitanos y
vettones en la zona de Caurium en la
que, frente a una onomástica más romanizada en la vettona Capera, la lusitana Caurium es eminentemente indígena".
Siguiendo a Esteban
Ortega, la Cauria lusitana sería
el principal asentamiento indígena de la zona, situada en una de las
elevaciones que asoma al río Alagón, aunque "no estamos en
condiciones de asegurar que fuera el
mismo emplazamiento que ocupó la romana Caurium
y la actual Coria". El recinto amurallado que encierra el casco antiguo de
la ciudad de Coria constituye una balconada que se asoma al río Alagón y desde
donde se divisa el valle, por lo que "es muy posible, según el autor, que
fuera el solar de la antigua Cauria,
aunque no deja de ser una simple conjetura, pues la arqueología, por el
momento, no ha podido confirmar niveles de ocupación correspondiente a la II
Edad del Hierro. Tras la conquista romana, el pueblo de los caurienses fue
abandonando sus antiguos castros para ir acercándose a los centros urbanos que
se iban conformando, quizás el castro más importante, Cauria, por su ubicación y emplazamiento fuera elegido por Roma
para convertirse en cabeza y principal centro romanizador de esta zona de
Lusitania".
El catálogo epigráfico estudiado en este volumen incluye,
además de Coria, los siguientes municipios: Calzadilla, Cañaveral, Casas de
Millán, Casillas de Coria, Ceclavín, Cilleros, Galisteo, Guijo de Galisteo,
Holguera, Hoyos, Montehermoso, Moraleja, Pedroso de Acim, Perales del Puerto,
Pozuelo de Zarzón, Riolobos, Robledillo de Gata, San Martín de Trevejo, Torre
de Don Miguel, Torrecilla de los Ángeles, Valverde del Fresno, Villamiel,
Villanueva de la Sierra, Villasbuenas de Gata y Zarza la Mayor. La obra,
incluye, además, los índices epigráficos, una amplia bibliografía consultada y
las abreviaturas bibliográficas y publicaciones periódicas, y un amplio
conjunto de láminas de las inscripciones latinas estudiadas.
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[i]
Julio Esteban Ortega es profesor de
Historia Antigua del Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad
de Extremadura, institución en la que ha desarrollado una dilatada carrera en
los últimos treinta años. Durante este tiempo, ha impartido docencia en las
licenciaturas de Historia, Humanidades y Filología Clásica, programas de
doctorado y posgrado y Máster de Iniciación a la Investigación en Estudios
Cásicos. Actualmente es profesor en este último y en los grados de Historia y
Patrimonio Histórico, Filología Clásica y Posgrado. Ha dirigido numerosas campañas de excavaciones
arqueológicas en poblados de la II Edad del Hierro, así como prospecciones
arqueológicas en yacimientos de época romana y visigoda. Ha publicado once
libros sobre historia antigua de la Lusitania, epigrafía romana y época
prerromana, así como de divulgación histórica, y casi un centenar de artículos
en congresos y revistas científicas nacionales e internacionales. Su obra más
destacada es la elaboración del "Corpus de inscripciones latinas de la
provincia de Cáceres", en cinco volúmenes, de los cuales el Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Extremadura ha editado hasta la fecha
cuatro: los correspondientes a Norba
(Cáceres, 2007, ISBN 978-48-7723-718-1), Turgalium
(Cáceres, 2012, ISBN 978-84-7723-933-8), Capera (Cáceres, 2013, ISBN 978-84-7723-186-8), y el que nos ocupa.
[ii]
Vid.: Corpus de inscripciones latinas de Cáceres. IV. Caurium, Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, 2016, ISBN
978-84-7723-985-5.
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