No hay día sin sobresalto ni una fecha para el recuerdo. Todo pasa y pasará: el año viejo que se nos fue; el año nuevo que se nos regala. La vida toda es un regalo de Dios, pero solo Él dispone de ella. Cada día, la muerte nos recuerda que estamos de paso. No hay año ni días para ella, porque cualquiera fuere bueno.
El pasado año, en octubre, fallecía en Plasencia, a los 83 años, el escritor Gonzalo Sánchez-Rodrigo Martín. Nacido en Serradilla en 1941, a los 4 años se trasladó con su familia a la ciudad, donde desarrolló toda su trayectoria familiar y profesional hasta su deceso. Hijo y nieto de editores, siempre tuvo como referente la figura de su abuelo, Agustín Sánchez Rodrigo, editor del método Rayas, el sistema de aprendizaje de la lectura y escritura, en el que tantos niños aprendieron a leer y escribir. Escritor, columnista, colaborador en prensa y radio, autor de “La sillería del coro de la catedral de Plasencia”, candidato al Senado en 1977 por la Federación Democracia Cristiana, trabajó en sus inicios en la editorial e imprenta familiar hasta que recaló en Caja Plasencia y posteriormente en Caja Extremadura. Se vino a vivir a Cáceres por deseo de su presidente hasta su jubilación. La Caja fue su casa; el periodismo, su pasión. Este nexo y su paso por Cáceres nos unió hasta el final, junto a un amigo común, Víctor Chamorro, fallecido en 2022, también en Plasencia, a quien acompañare hasta Cáceres para presentarnos su “Historia de Extremadura”. Conocimos su muerte cuando ya no estaba en este mundo. No le pudimos despedir.
Tampoco despedimos al hermano del alcalde de Plasencia, como le conocíamos: Antonio María Serrano Pino, fallecido a los 79 años, ayer, segundo día del año. Desde que le conociere en su ciudad y la mía adoptiva, nos tratamos como compañeros y amigos. Conocí a su hermano, el alcalde Juan Francisco Serrano Pino, que dirigió el gobierno municipal desde 1968 hasta 1979, antes que a él, a principios de los 70, cuando una noche de niebla densa nos ofreció quedarnos en el “Alfonso” antes que volver a Cáceres, a otro Antonio, compañero de Radio Popular, y a mí, que íbamos cada sábado a Plasencia para pasar la tarde y primeras horas de la madrugada cuando mi amada ciudad tenía más vida que Cáceres.
Cada vez que iba a Plasencia y me lo encontraba, hablábamos de nuestras cosas. Fui a la cena-homenaje que le dieron sus últimos compañeros de corporación a su hermano, el último alcalde franquista, sí, pero que puso muchos pilares de la Plasencia moderna. En aquella cena de despedida se hizo repaso de su obra toda por Plasencia. Le preguntaba por él, le conté las conversaciones con sus concejales y él me contaba los problemas que tuvo con sus sucesores y su emisora, Radio Plasencia Centro, que dirigió y de la que fue alma hasta su muerte. En septiembre de 2005, cuando a los desterrados hijos de Granadilla nos recibió Plasencia como hijos adoptivos, a la entrada en el Teatro Alkázar, allí me esperaba para darme el disco en el que reprodujo el artículo que le envié como documentación previa al acto. Aquí sigue junto a mí. Lo escuché: tenía Antonio voz de locutor de radio, además de caché de empresario… En otra ocasión, fui a Plasencia a un acto (la inauguración del enlosado de la catedral) y estuvimos juntos compartiendo unos momentos con las concejalas y concejales que asistieron al acto. Otro día me lo encontré en un bar con un concejal popular, al que me presentó, y me dijo que su partido había apoyado la propuesta de Raquel de la adopción porque “le pareció una cosa muy bonita”… Ni la ponente ni la alcaldesa supieren que yo, residente en Cáceres, pero voluntario de Plasencia desde pequeño, fuere natural de la villa perdida, ni mi primo Enrique Jiménez, el pintor, que ha expuesto en todos los lugares de la ciudad; ni la paisana Paquita, la hija del juez de Paz, con un bar que regentó en calle paralela a la plaza y que ofrecía comidas riquísimas… Fuéremos placentinos cuando ellos eran bebés.
Antonio, el hermano del alcalde, al que tampoco he podido despedir, sabía escuchar más que hablar. Para hablar ya tenía la radio, su emisora, desde la que comunicaba a la ciudad y comarca lo que sus vecinos ignoraren. Desde su atalaya asistirá ahora, mudo para siempre, al devenir de nuestra ciudad; pero su voz permanecerá siempre conmigo en su disco y en la de los placentinos que le escucharen.
Como la del compañero, discípulo y amigo Juan Manuel Cañamero (Mérida, 22/09/1968; Badajoz, 25/08/2024), fundador de Diario de Mérida y Diario de Plasencia, quien nos dejó en la madurez espléndida del periodista de raza que fuere y que tanto defendiere a la ciudad capital de las comarcas del norte de Cáceres.
Antonio, Juan Manuel, Gonzalo, unidos junto a mí por Plasencia, Mérida y Cáceres, que la tierra os sea leve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario