El cuco común es un pirata de nidos ajenos para depositar allí sus huevos; se comen los de otros e incluso sus crías; no construyen nidos, porque aprovechan los de otras especies. ¡Qué cucos!, aprovechados del trabajo y del producto de los demás.
Semeja esta situación la de los controladores aéreos que, siendo servidores públicos, y mirando exclusivamente su bien, chantajean al Estado y a sus compatriotas; dinamitan la libre circulación de los ciudadanos y su derecho al descanso; el negocio de sus empresas y de las agencias de viajes; colapsan el país como si estuviere en sus manos porque fuero suyo, aunque no lo fuere, como los nidos del cuco, y ponen en solfa la marca España ante Europa y el mundo. ¿Qué les importa a ellos sino su propio beneficio?
Días antes del gran “puente”, maquinan con la oposición el chantaje para debilitar al Gobierno y al Estado; se hacen con bajas laborales sin justificación para cubrirse las espaldas y, aun así, se presentan a trabajar, pero no trabajan.
En agosto de 1981, los controladores aéreos americanos intentaron chantajear al gobierno de los Estados Unidos con peticiones consideradas inadmisibles. En un alarde de autoridad, el presidente Reagan les dio 48 horas para incorporarse a sus puestos. Solo lo hicieron 11.345 de los 17.500. El resultado fue el despido fulminante de más de 11.000; se impidió que volvieran a ser contratados y a su sindicato le fue retirada la calificación para mantener su actividad. Reagan los reemplazó por pilotos militares y dio órdenes para formar lo más rápidamente posible a nuevos controladores.
Los controladores aéreos españoles han llegado demasiado lejos, hasta donde ahora les fue “permitido” por los directivos de AENA y por los sucesivos gobiernos. Con la presión sindical, han pretendido ser como los cucos: mandar en el espacio de todos, ocupar sus nidos a placer y comerse sus productos; pero este cuento ya se ha terminado. “El paro no les saldrá gratis”, como no debería salirles a los médicos que les han dado las bajas ni a la oposición, que continúa poniendo ruedas bajo los trenes de aterrizaje, para que las águilas no vuelen sobre los nidos de los cucos.
Semeja esta situación la de los controladores aéreos que, siendo servidores públicos, y mirando exclusivamente su bien, chantajean al Estado y a sus compatriotas; dinamitan la libre circulación de los ciudadanos y su derecho al descanso; el negocio de sus empresas y de las agencias de viajes; colapsan el país como si estuviere en sus manos porque fuero suyo, aunque no lo fuere, como los nidos del cuco, y ponen en solfa la marca España ante Europa y el mundo. ¿Qué les importa a ellos sino su propio beneficio?
Días antes del gran “puente”, maquinan con la oposición el chantaje para debilitar al Gobierno y al Estado; se hacen con bajas laborales sin justificación para cubrirse las espaldas y, aun así, se presentan a trabajar, pero no trabajan.
En agosto de 1981, los controladores aéreos americanos intentaron chantajear al gobierno de los Estados Unidos con peticiones consideradas inadmisibles. En un alarde de autoridad, el presidente Reagan les dio 48 horas para incorporarse a sus puestos. Solo lo hicieron 11.345 de los 17.500. El resultado fue el despido fulminante de más de 11.000; se impidió que volvieran a ser contratados y a su sindicato le fue retirada la calificación para mantener su actividad. Reagan los reemplazó por pilotos militares y dio órdenes para formar lo más rápidamente posible a nuevos controladores.
Los controladores aéreos españoles han llegado demasiado lejos, hasta donde ahora les fue “permitido” por los directivos de AENA y por los sucesivos gobiernos. Con la presión sindical, han pretendido ser como los cucos: mandar en el espacio de todos, ocupar sus nidos a placer y comerse sus productos; pero este cuento ya se ha terminado. “El paro no les saldrá gratis”, como no debería salirles a los médicos que les han dado las bajas ni a la oposición, que continúa poniendo ruedas bajo los trenes de aterrizaje, para que las águilas no vuelen sobre los nidos de los cucos.
El “estado de alarma”, aunque haya sido el primero de la historia democrática, era, pues, una necesidad nacional, como ahora lo serán la sustanciación de los expedientes administrativos y penales, el pago de las indemnizaciones correspondientes a todos los afectados y crear un nuevo marco jurídico para un servicio insustituible del Estado, en el que sus actores no puedan volver a ser cucos para que las águilas no puedan volar. El Estado ni paga traidores ni puede aceptar un chantaje de similares características, aunque el PP se haya complacido con la situación y eche las culpas a quien no debiere; pero que tomen nota que ellos también se quedaron en tierra y no son Ícaros para volar solos sobre su propio espacio aéreo, porque sus alas de cera y sus lenguas de trapo darían con su humanidad en tierra.
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