Es siempre una excusa el tiempo para quienes no saben aprovechar el tiempo. Negaren unos su tiempo, como si no hubieren el suyo de vida. “Es que no tengo tiempo, te lo prometo”, como si pudieren negar la existencia misma de su tiempo. Dulcifican otros la brevedad de su tiempo: “Es que apenas tengo tiempo, amor…”, “llámame y quedamos cuando tengamos tiempo”. ¡Quién no hubiere tiempo en el que le otorgare su vida y su tiempo!
¡Cómo pasa el tiempo y no sujetamos el tiempo! Vivimos el tiempo sin tiempo, inconscientes de su fugacidad. El tiempo es vida y vivimos el tiempo sin vivirla; es oro el tiempo y se nos escurre entre los dedos sin aprehenderlo. Perdemos el tiempo porque nos dejamos llevar por él; nos acomodamos a él como si nos condujera por los abismos de la vida en una cabina del teleférico, conformistas de la ocasión, y perdemos el tiempo, el tiempo perdido, sin sacar provecho al tiempo.
Observad a esas familias rurales extremeñas que viven su tiempo y lo aprovechan a cada instante para llevar a los suyos el sustento de la naturaleza. Y cuando les quedare tiempo para el descanso, comen sentados junto a la lumbre que calienta la estancia; se cuentan sus historias y las leyendas de su pueblo tan amado; no necesitan matar el tiempo viendo televisiones que nada le dicen para matar el tiempo; no distrajeren tampoco su tiempo en juegos de azar, porque viven su tiempo compartiéndolo con quienes son parte de su vida y tiempo. Navidad es para ellos todo el año y no un día, una fecha en el calendario, porque los ciclos litúrgicos son incompatibles con los ciclos de la naturaleza y de su tiempo.
Pasa el tiempo, una década ya del nuevo siglo, y parece ayer cuando asumimos un nuevo milenio, un siglo nuevo de tiempo para los nacidos en el anterior y una vida toda para los nacidos en este. “¡Cómo pasa el tiempo!”, se dicen a sí mismos quienes no son conscientes de su fugacidad y de su tiempo.
Nos sobra el tiempo y buscamos tiempo para el tiempo. Solicitamos tiempos muertos cuando estamos en plena posesión del tiempo. Damos tiempo al tiempo y no nos llega el tiempo. Dejamos las cosas al tiempo y el tiempo nos devuelve a la realidad de nuestro tiempo. Jugamos con el tiempo y el tiempo nos deja fuera de tiempo. Anhelamos tiempo para matar el tiempo y nos mata el tiempo en su devenir…
Tiempo sin vida, vida sin tiempo, para vivirla en el tiempo que nos da la vida…, tiempo de nuestras vidas, vidas de nuestro tiempo, que nos dais la vida y nos os damos el tiempo…, al azar de la rosa de los vientos, norte del tiempo y sur, al fin, de nuestro tiempo, en el anochecer del tiempo…, cuando cada día amanece nuestro tiempo para aprehenderlo y vivirlo en la instantaneidad del tiempo, tan huidizo, escurridizo, fugaz…, como quisiere enseñarnos y no aprendemos porque no lo aprehendemos.
¡Cómo pasa el tiempo y no sujetamos el tiempo! Vivimos el tiempo sin tiempo, inconscientes de su fugacidad. El tiempo es vida y vivimos el tiempo sin vivirla; es oro el tiempo y se nos escurre entre los dedos sin aprehenderlo. Perdemos el tiempo porque nos dejamos llevar por él; nos acomodamos a él como si nos condujera por los abismos de la vida en una cabina del teleférico, conformistas de la ocasión, y perdemos el tiempo, el tiempo perdido, sin sacar provecho al tiempo.
Observad a esas familias rurales extremeñas que viven su tiempo y lo aprovechan a cada instante para llevar a los suyos el sustento de la naturaleza. Y cuando les quedare tiempo para el descanso, comen sentados junto a la lumbre que calienta la estancia; se cuentan sus historias y las leyendas de su pueblo tan amado; no necesitan matar el tiempo viendo televisiones que nada le dicen para matar el tiempo; no distrajeren tampoco su tiempo en juegos de azar, porque viven su tiempo compartiéndolo con quienes son parte de su vida y tiempo. Navidad es para ellos todo el año y no un día, una fecha en el calendario, porque los ciclos litúrgicos son incompatibles con los ciclos de la naturaleza y de su tiempo.
Pasa el tiempo, una década ya del nuevo siglo, y parece ayer cuando asumimos un nuevo milenio, un siglo nuevo de tiempo para los nacidos en el anterior y una vida toda para los nacidos en este. “¡Cómo pasa el tiempo!”, se dicen a sí mismos quienes no son conscientes de su fugacidad y de su tiempo.
Nos sobra el tiempo y buscamos tiempo para el tiempo. Solicitamos tiempos muertos cuando estamos en plena posesión del tiempo. Damos tiempo al tiempo y no nos llega el tiempo. Dejamos las cosas al tiempo y el tiempo nos devuelve a la realidad de nuestro tiempo. Jugamos con el tiempo y el tiempo nos deja fuera de tiempo. Anhelamos tiempo para matar el tiempo y nos mata el tiempo en su devenir…
Tiempo sin vida, vida sin tiempo, para vivirla en el tiempo que nos da la vida…, tiempo de nuestras vidas, vidas de nuestro tiempo, que nos dais la vida y nos os damos el tiempo…, al azar de la rosa de los vientos, norte del tiempo y sur, al fin, de nuestro tiempo, en el anochecer del tiempo…, cuando cada día amanece nuestro tiempo para aprehenderlo y vivirlo en la instantaneidad del tiempo, tan huidizo, escurridizo, fugaz…, como quisiere enseñarnos y no aprendemos porque no lo aprehendemos.
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