Al final, los ojos abiertos se han rendido al sueño en la espera interminable. Días de Reyes en las ciudades y pueblos de España. Por sus vísperas, el santo: todos los niños y niñas de la ciudad han salido a la calle para esperar, ver y emocionarse con los Reyes. En sus casas, han visto cómo los Magos se acercan al Portal. Brilla el árbol junto a él como en Nochebuena. Se inquietan los perros avivados por la ilusión de salir de los pequeños; pero, ¿de dónde les viene la ilusión a los niños? La han alimentado sus padres contándoles la historia bíblica de los Reyes y los regalos que les llevaron al Niño, guiados por la estrella. Y, niños ellos también, esperan sus regalos.
El regalo es una ilusión alimentada por los padres; quizás, dirían algunos, por el capitalismo que no entiende de ilusiones infantiles ni humanas, sino de cuentas de resultados; pero, puesto el cascabel al gato, a ver quién se lo quita.
En la víspera, nadie se pierde la cabalgata. Los ojos de los niños, hasta ahora impacientes, ven pasar el cortejo: las carrozas de los Magos, las de personajes infantiles que reconocen… Los más pequeños aletean sus brazitos, aupados por sus padres, como si quisieran salir a su encuentro; los más menudos saltan las vallas y recogen los caramelos que les arrojan como primera prenda de los regalos que les esperan.
Hay en esa ilusión de unos y otros un trasunto de la inocencia infantil que no se puede herir, ni menos matar, porque ellos fueren los reyes de la casa, donde otros Reyes les visitarán en la noche de los sueños fugaces. No desean acostarse ni dormir para verlos llegar. Sus padres, al final, les convencen. Los zapatos puestos junto al árbol, soñando con el despertar…, les puede el sueño de la ilusión, un sueño alimentado para preservar su inocencia que, con el tiempo, perderán.
Mañana de Reyes, la casa es un hervidero de idas y venidas, abriendo paquetes hasta deshacerlos y ver de nuevo su carita de ilusión. Ahora, hay que salir a la calle a jugar y enseñar los juguetes a vecinos y amigos. Ladran las mascotas ante la alegría de sus dueños; corren con ellos al lado de sus bicis y patines; husmean los juguetes electrónicos como si también quisieren aprender a usarlos. Nunca como anoche y esta mañana de Reyes hubiere tantos niños en las calles, las vacaciones a punto de terminar, la vuelta al cole, a la espera.
Mañana de Reyes exclusiva de los niños y para ellos. Los juguetes cumplen la ilusión de la inocencia no perdida, de los sueños todavía no rotos por los Herodes que quizá no les permitirán tener una vida digna, en la que la ilusión por ella sea guiada por la estrella de la felicidad.
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