miércoles, 12 de febrero de 2014

DOS SOTANAS BLANCAS EN SAN PEDRO


           El 11 de febrero de 2013 --ayer se cumplió un año-, el papa Benedicto XVI anunciaba en la sala Clementina de San Pedro, ante los cardenales reunidos en consistorio, su renuncia al ministerio de Obispo de Roma. Al recordar la fecha del anuncio, su sucesor, el papa Francisco, le calificó como "un hombre valiente y humilde". Sus palabras en latín --lengua oficial de la Iglesia Católica-- de hace un año cayeron como "un rayo en el cielo sereno", según el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano. Hacía 600 años que no se producía la renuncia de un papa. De ahí que, aunque llevara la etiqueta de conservador, nos dejara una de los gestos más progresistas hechos por cualquier papa, como recalcara el padre estadounidense Thomas Rosica, encargado de informar en la sala de prensa vaticana durante el periodo de sede vacante. Si bien su predecesor, Juan Pablo II, "nunca se bajó de la cruz" hasta su muerte, según recordaba su secretario, el cardenal polaco Stanislaw Dziwisz, Rosica entendía la renuncia del papa Benedicto como un claro mensaje: "No se puede estar encadenado a la historia." En la noche de la renuncia se desencadenó un temporal sobre Roma y un rayo caía sobre la cúpula de San Pedro, como ratificando las palabras de Sodano.
            En sus palabras de renuncia, Benedicto XVI lo dejó muy claro: "Ingravescente aetate non iam aptas esse ad munus petrinum aeque administrandum." (Por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino) y prosiguió, ante el asombro de los presentes: "Quapropter bene conscius ponderis huius actus plena libertate declaro me ministerio Episcopi Romae, succesoris Sancti Petri, mihi per manus cardinalium die 19 aprilis MMV commisso renuntiare ita ut a die 28 februarii MMXIII, hora 20, sedes Romae, sedes Sancti Petri vacet et conclave ad eligendum novum Summum Pontificem ab his quibus competit convocandum esse." Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tenga competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.)       
            Desde Gregorio XII (1406-1415) no se había producido la renuncia de ningún papa, en un momento en que había tres que optaban al trono papal: el papa romano Gregorio XII, el antipapa Benedicto XIII de Aviñon, en el Papado de la citada ciudad francesa, y el antipapa Juan XXIII, fruto del Concilio de Pisa, destituido en 1415 y borrado su nombre de la lista oficial de papas, por lo que "el papa bueno", Roncalli, pudo adoptar su nombre. Con su renuncia en 1415, Gregorio XII puso fin al Cisma de Occidente y fue autorizado por el Concilio de Constanza para elegir a su sucesor.
            Un papa no dimite ni abdica: renuncia, según el Código de Derecho Canónico, que, para su validez, requiere que sea hecha libremente, no forzada por terceros y debidamente manifestada, aspectos cumplidos por Benedicto XVI ante los cardenales y, al cumplirse la fecha y hora elegidas y anunciadas para la renuncia (28 de febrero), se abrió el periodo de sede vacante que dio lugar a la elección de un nuevo papa.
            La renuncia es, pues, un acto jurídico unilateral que implica la voluntad del autor, que abandona voluntariamente algo que se posee o a lo que tiene derecho. Al conocerse la renuncia papal, hubo cierto confusionismo sobre el término adecuado para calificar la acción: dimisión, abdicación, renuncia... Benedicto XVI dijo en su intervención "renuntiare" (renuncio). Dimitir es renunciar a un cargo que se desempeña (dimite el delegado del Gobierno extremeño); cesar es el documento en el que se expresa el cese de un empleo o cargo (su cese aparece publicado en el boletín de hoy); abdicar es la renuncia voluntaria a un cargo o dignidad en favor de otra persona, dicho de un rey o príncipe (la reina Beatriz de Holanda abdica en su hijo Guillermo); sin embargo, una acepción del Diccionario de la Academia precisa que la renuncia es la "dimisión o dejación voluntaria de algo que se posee, o del derecho a ello". El lexicógrafo Martínez de Sousa amplía aún más las acepciones de todos los vocablos cuando afirma: "El que abdica, renuncia; el que dimite, renuncia; el que cesa, renuncia; y el que renuncia, renuncia."
            Sea como fuere, el papa emérito se retiró a Castel Gandolfo, residencia veraniega de los pontífices, el mismo 28 de febrero mientras se acondicionaba su estancia definitiva: el monasterio Mater Ecclesiae, en el recinto del Vaticano, a donde volvió el 2 de mayo. Lejos del mundo, como señala su secretario, Georg Ganswein, presente en la Iglesia, estudiando, leyendo, tocando el piano y rezando mientras pasea por los jardines vaticanos. Su vida de retiro no significa que viva de manera "aislada, en total clausura", aclara el portavoz vaticano, padre Lombardi. A veces, el papa Francisco le visita, y rezan juntos. Los hemos podido ver: dos sotanas blancas en San Pedro. El próximo 16 de abril cumplirá 87 años, la misma edad a la que falleció su predecesor, Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005. Su sucesor, el papa Francisco, tiene 77 años. Larga vida a ambos, a pesar de la "ingravescente aetate".


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