jueves, 22 de enero de 2015

AUSENCIAS EN LA CATEDRAL DE PLASENCIA

 
           Hubiere ojos para ver y memoria para recordar, y no escribiría "la conversación" que tuviere conmigo mismo en la catedral de Plasencia y ver lo que vi y lo que no vi: las ausencias, más que las presencias, en la injustificada soledad del último adiós al primer alcalde socialista que rigiere la capital del Jerte en la etapa democrática, Cándido Cabrera (1989-1995). Al caballeroso, democrático y político comportamiento del alcalde de la ciudad, Fernando Pizarro, y su equipo de gobierno (del PP, por si alguien no lo sabía), ha correspondido su partido, el PSOE, con la lamentable ausencia de los líderes regionales y provinciales en el oficio fúnebre, oficiado por el obispo de la diócesis en la seo. El PP ha sabido estar a la altura que le correspondiere en la despedida de un alcalde de la ciudad; el PSOE, como en su despedida como alcalde, le ha dicho adiós virtualmente, como también le dieron por muerto antes de tiempo por sus malos asesores. Apenas, una foto y unos tuits en sus webs y pare usted de contar. Qué podría esperarse de quienes premian a los desleales y echan a la calle a los leales empleados que le sirvieron para meter a los "suyos"..., en ocasiones pagados por extraños a sus filas, cuando no por dinero público de todos...
          El alcalde ordenó colocar las banderas a media asta en señal de duelo; situó, de acuerdo con la familia, la capilla ardiente en el salón de plenos, con entrada por la plaza mayor, para que todos los placentinos le pudieren dar su último adiós. Ordenó a la Policía Local montar guardia de honor a ambos lados del féretro durante el velatorio, y que agentes de uniforme entraren y sacaren el féretro en la catedral antes y después del oficio fúnebre. Reunió a los dos alcaldes anteriores: Elia María Blanco (PSOE) y José Luis Díaz (PP) y los situó junto a él en primera fila, a la izquierda, durante la celebración. El féretro, cubierto por la bandera de la ciudad, fue recogida al término del funeral por los tres alcaldes y doblada para entregársela a la familia. Pero, ¿dónde estaba la representación de su partido? La de la provincia, ni se sabe; la regional, en la Asamblea, la excusa perfecta... Había, sí, una diputada al Congreso, Pilar Lucio, que ahora parece tener más tiempo para la conciliación que cuando fuere consejera de Igualdad y Empleo en el gobierno de Fernández Vara. Y estaban, también, los concejales de la oposición, que parecieren más cristianos y humanos que los que se llamaren "compañeros", que ya no podrán hacer camino alguno junto a él, porque él los hizo todos y le dejaron, al final, compuesto y sin más novias que su patrona y familia, las amas de casa, Cáritas, los pescadores..., porque a todos los presidió quienes en su última hora han estado con él.
          En su oración fúnebre, el obispo, Amadeo Rodríguez, subrayaba que era "un día de esperanza", porque "la salvación es un don para el hombre", más aún --añadía-- en "un hombre cabal, comprometido en todo al servicio del bien común de Plasencia"..., y de su partido.
          Las coronas de flores orlaban las escalinatas del altar mayor presidido por la Asunción, a cuya advocación se acoge la catedral, y los lienzos de Rizzi. Si Cáceres es la Montaña, Plasencia es el Puerto y, como el fallecido alcalde presidiere también la cofradía, --porque no es incompatible ser socialista con ser cristiano--, el obispo invitaba al organista a entonar el himno a la patrona:  todos a una, con su cabildo y los fieles, a Ella y a él; pero faltaban los que se dijeren como saludo y adiós "compañeros". A la salida, algunos comentaban: que se busquen otros para hacer el camino. Cándido ya los hizo todos, como algunos de los ausentes, el del Puerto de la patrona y el de su vida, que coronó de estrellas. Y Plasencia se lo reconoció adoptándolo en vida y en la hora de su muerte, todos menos sus compañeros.
 
 

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