Hace dos meses quizás,
el amigo José Antonio Ramos,
correspondiente de las Reales Academias de Extremadura y de la Historia y
cronista oficial de Trujillo, me daba noticia del ingreso hospitalario de Santiago Castelo. Cinco días atrás le
preguntaba por cuarta o quinta vez por su estado: me respondía que había
mejorado y que se resistía a irse. Hasta que el viernes, a las 20.28, me daba
la triste noticia de su fallecimiento.
Había compartido esas noticias con dos personas a las que
quiero y admiro: al gran alcalde de la democracia en Cáceres, José María Saponi, y con el director de
DEX, Paco Gutiérrez, que también el
viernes por la tarde me escribiere para comunicarme la noticia. Llegué tarde a
casa y tuve una boda familiar este fin de semana lejos de Cáceres, que no me ha
impedido recordarle durante todo este tiempo, y compartir la triste noticia con
otros colegas y amigos, nada más hacerse pública. A Saponi le hurté la penúltima noticia sobre su estado: le voy a
aburrir, me dije; pero no la última sobre él, que me agradeció el sábado. José Antonio Ramos ha dicho en DEX todo
lo que hubiere de decirse sobre el poeta, el escritor, el periodista y el gran
extremeño que fuere hijo predilecto de Granja de Torrehermosa (Badajoz), y
Medalla de Extremadura en 2006.
Mi relación con Castelo
principia en 1973 cuando me envía su biografía sobre otro gran extremeño --quizá
por quien entrare en el periódico ABC--, Pedro
de Lorenzo, compañero suyo durante toda la vida en el periódico madrileño y
en la Academia Extremeña. Ediciones y Publicaciones Españolas S. A. (EPESA)
emprendió una colección de grandes escritores contemporáneos, dirigida por Luis de Castresana y José Gerardo Manrique de Lara. A Castelo le correspondió el honor de
hacer la de Pedro de Lorenzo, según Manrique de Lara porque
"extremeños autor y personaje, son hombres que abordan los extremos, que
se atalayan, que se asoman... y por eso ven y contemplan, porque saber
contemplar desde las alturas más cimeras es una forma de arrogancia literaria
que luego se comprueba en el valor específico de la palabra escrita",
decía en la presentación de la obra. Le precede a este prefacio una dedicatoria
que le define como extremeño y su vinculación a la tierra en la que viere la
luz: "A mis padres, por nacerme extremeño." Todo extremeño él, como
su maestro Pedro de Lorenzo, que un
día dijere: "No quisiera ser nada en esta vida si para ello hubiere de
renunciar a ser extremeño." Como él, quien el 7 de septiembre de 2006
dijere, tras recibir la Medalla de Extremadura en el Palacio de Congresos de
Cáceres, en un alarde de extremeñismo, extrapolando el nombre de Extremadura
que aprendimos en la enciclopedia de Álvarez: "España, dos: Cáceres y
Badajoz". Extremadura como tierra bastante --más extensa que algunas
naciones europeas-- para ser solo España. No suele incluirse esta su primera
obra en sus biografías, porque fuere más poeta y periodista que ensayista. Me
citaba en la bibliografía sobre el biografiado tres artículos publicados en el Diario Extremadura y en el desaparecido
semanario Cáceres en 1972 y 1973. Por
eso me enviare su dedicatoria: "A ..., tan conocedor de la obra lorentina,
tan amador de nuestra Extremadura."
Siempre, desde entonces, hube una relación con Castelo en dos vertientes: como
colegas y extremeños. Y nunca, desde la distancia, perdimos esta relación que
nos unió hasta su muerte. En el año 2000 le entrevistaba para El Periódico Extremadura en su calidad
de director de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes (véase el citado diario de 01/10/2000, págs.
20-21). Me hablaba, cómo no, de la pasión por su tierra, de la que nunca se
sintió desvinculado: "La ausencia del roce la compensé con la dulzura de
la poesía... Soy un hombre de Extremadura que va, como diría mi inolvidable Pedro de Lorenzo, con bandera de Extremadura
por el mundo... Extremadura es mis raíces, mis vivos y muertos, mi ayer, mi
hoy, mi mañana y mi eternidad."
Me vincula para siempre a Castelo otro libro mío, "Retratos de personajes
extremeños" (Editorial Círculo Rojo, 2014, págs. 65-66), en el que le incluyo, y al que solo le falta
actualizar la fecha de su muerte. Y te vas sin despedirte, Santiago, apenas dos meses en el hospital --"mecachis en la
mar", como decías-- y vuelves a tu pueblo en una tarde de primavera para
ser semilla de eternidad y para el florecimiento de una rosa, cuando hace años
que florecieren en tu calle. Con Extremadura como bandera, que "ahora vive
con pulso y lo que hay que hacer es fomentar su esperanza". Tan cerca en
la memoria y tan cerca de mí, paisano, colega, amigo. Ya volviste a tu tierra.
Que ella te sea leve. Tu obra quedará para siempre.
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