Parece que fue
ayer --finales de los 60-- cuando le conocí en el Palacio de La Isla de Cáceres
ordenando los legajos del Archivo Histórico Provincial de Cáceres, su sede
entonces. Ayer también sería cuando asistí en la sala capitular de la catedral
de Sevilla (2006), al acto académico que
ponía fin a una larga vida dedicada al servicio de la Archivística de la
Iglesia y a archivos civiles, como el de Indias, la Audiencia Territorial de
Sevilla y la Delegación de Hacienda de la capital andaluza. Una vida entre
legajos la suya, que concluyó ayer con su fallecimiento en la ciudad en la que
pasó la mayor parte de su vida.
Pedro Rubio Merino
(Valdefuentes, Cáceres, 06/09/1928; Sevilla, 11/12/2016) falleció ayer domingo
a los 88 años de edad. Académico de la Real Academia de Extremadura de las
Letras y las Artes desde 1985, hijo predilecto de su localidad natal, mitrado
de la Capilla Real de San Fernando y Nuestra Señora de los Reyes de la Santa
Iglesia Catedral de Sevilla, don Pedro,
como fuere conocido familiarmente, puso su amplio bagaje intelectual al
servicio de la archivística en Extremadura y Sevilla, a cuya capital acudió
llamado por el entonces obispo auxiliar y titular de Regiana (1969-1980), Antonio Moreno Montero (Churriana de la
Vega, Granada, 1928), -obispo de
Badajoz entre 1980-1994 y primer arzobispo de Mérida-Badajoz (1995-2004)-- de
parte del cardenal arzobispo José María Bueno
Monreal (Zaragoza, 1904; Pamplona, 1987), arzobispo de Sevilla entre 1957 y
1982, cátedra en la que sucedió al arzobispo Pedro Segura Sáez (Carazo, Burgos, 1880; Madrid, 1957), que fuere,
a la vez, obispo titular de Apollonia (1916-1920), obispo de Coria (1920-1926),
obispo de Burgos (1926-1927), arzobispo de Toledo y primado de España
(1927-1931) y arzobispo de Sevilla (1937-1957). Hay, pues, una correlación
entre el obispado de Coria y las sedes de Badajoz y Sevilla, a las que Pedro Rubio Merino entregare su vida.
¿Qué deseaba el cardenal Bueno Monreal del archivero cacereño? Nada más y nada menos que
limpiar, clasificar, ordenar, fichar y catalogar la ingente obra que se hallare
olvidada y polvorienta en los altillos de la catedral de Sevilla, labor que le
llevó veinte años de trabajo, y que puso a disposición de los investigadores
universitarios mientras la iba desarrollando.
Pedro Rubio Merino
fue premio extraordinario de Licenciatura de Historia General por la Universidad
de Sevilla; Medalla de Oro y premio extraordinario por la Facultad de Historia
de la Iglesia por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; doctor en
Filosofía y Letras, sección de Historia General, por la Universidad de Sevilla;
doctor en Historia de la Iglesia por la Facultad de Historia de la Iglesia de
la Universidad Gregoriana de Roma; diplomado en Paleografía y Diplomática por
la Escuela de Paleografía y Diplomática del Vaticano; académico correspondiente
de la Real de la Historia; censor de la Real Academia de Extremadura de las
Letras y las Artes (1991-1996); caballero de la Orden de la Ciudad de Mérida de
los Caballeros (Venezuela) en su primera clase...
Por ese amplio bagaje académico desempeñó los cargos de
archivero de la Santa Iglesia Catedral y del Obispado de Badajoz; catedrático
de Historia de la Iglesia del Seminario Conciliar de San Atón de Badajoz;
archivero del Ayuntamiento de Badajoz; miembro por oposición del Cuerpo de
Facultativos y Archiveros del Estado; canónigo-archivero de la S. I. Catedral
de Coria-Cáceres: delegado territorial de Archivos de Cáceres y director de los
archivos Histórico Provincial, de la Delegación de Hacienda y de la Audiencia
Territorial de Cáceres; archivero del Ayuntamiento de Cáceres; director del
Museo Provincial de Bellas Artes y fundador del Museo del Mono de Cáceres;
canónigo archivero de la Catedral y director del Archivo General del
Arzobispado de Sevilla; jefe de Departamento del Archivo General de Indias;
director del Archivo de la Audiencia Territorial de Sevilla y delegado del
Patrimonio Artístico y Cultural del Arzobispado de Sevilla.
En su jubilación, un periódico sevillano destacaba que
era el decano de los archiveros de España y el único en ostentar, a la vez, los
archivos de una catedral y una diócesis durante cincuenta años, primero en
Cáceres y después en Sevilla. "Quería ser archivero desde que me salieron
los dientes. Desde pequeño me gustaba mucho la historia..." (véase sevilla.abc.es, de 11/03/2003). Fue
autor de más de una docena de libros y una sesenta publicaciones, entre ellos El Seminario Conciliar de San Atón, de
Badajoz (Monte de Piedad y Caja General de Ahorros de Badajoz, Madrid,
1964), resumen de su tesis doctoral; Inventario
de archivos extremeños (1993) La
monja alférez doña Catalina de Erauso. Dos manuscritos autobiográficos inéditos
(Guadalquivir Ediciones, 1995), Archivo
de la Santa Metropolitana Iglesia Patriarcal de Sevilla. Inventario
general. Tomo I (1998); Archivística
eclesiástica: nociones básicas (1999), Geografía
histórica de la diócesis de la provincia eclesiástica de Extremadura
(1990)... En su jubilación, sus alumnos le dedicaron la obra Archivos de la iglesia de Sevilla: homenaje
al archivero don Pedro Rubio Merino (Publicaciones Obra Social y Cultural
Caja Sur, 2006)... "Toda una vida de legajos, alternada con la docencia,
la investigación, el ministerio sacerdotal y otras dedicaciones nobles, no le
ha impedido escribir una docena de obras y muy numerosos artículos", decía
el bibliógrafo Manuel Pecellín al
reseñar el libro homenaje en su jubilación (véase hoy.es, de 26/11/2006).
Descanse en paz el ilustre archivero que rescató del
olvido tanto archivos que dan luz a la historia de Extremadura y Sevilla. La
misa funeral tendrá lugar esta tarde, a las 16:30, en la iglesia parroquial de
Valdefuentes y mañana martes tendrá lugar un oficio en la concatedral de
Cáceres a las 18:30 horas.
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