El Señor se ha acercado
a Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos. Primera estación y
penúltima antes de la noche en blanco, vísperas de la Pasión. Al llegar al
huerto, envía a dos de sus discípulos a recoger al asno atado, virgen de
montura. "Desántelo y tráiganlo. Y si alguien os pregunta por qué lo
desatan, respondan. El Señor lo necesita." (Lc, 19, 28-40). Y el Señor
mira impaciente a la ciudad celestial, que esplende en las colinas, tras el
torrente de Cedrón. Sabe lo que le espera: la traición de uno de los suyos, la
condena, sin que nada malo hubiere hecho; el vía crucis por la Dolorosa; el
llanto de las mujeres que le reconocen y
que limpian su sudor y gotas de sangre..., la crucifixión y la muerte redentora
de los pecados del mundo.
Ha montado el Señor sobre el asno y sobre los mantos que
han tendido sobre su grupa. Los discípulos le escoltan camino de su gloria que
ahora resplandece y del calvario que ignoran. La gente se arremolina admirando
su figura sobre la humilde silla gestatoria que le conducirá a la ciudad.
Avanza lentamente el cortejo y quienes le proclaman rey, extienden sus mantos
sobre el camino, como el romero y el tomillo por las calles que, encarnado en
la sagrada forma, recorrerá un día por los siglos de los siglos.
Pletóricos de alegría, sus discípulos entonan cánticos y
alaban a Dios por los milagros que han visto. Los fariseos piden al Maestro que
les reprenda; pero Él, seguro de sí, les advierte: "Les aseguro que si
ellos callan, gritarán las piedras." Sabe el Señor que su Padre les dará
el don de lenguas para ir por todo el mundo y esparcir su palabra como semilla
de paz y de redención una vez que, resucitado, se presente a ellos y ascienda a
los cielos.
Las madres de los niños de los hebreos les han puesto la
túnica y el turbante de fiesta para salir al encuentro del Señor. La liturgia
de hoy canta el himno: "Pueri hebraeorum,/ portantes ramos olivarum,/
obviaverunt Domino,/ clamantes et dicentes:/ Hosanna in excelsis." (Los
niños de los hebreos salieron al encuentro del Señor, portando ramos de olivos,
clamando y diciendo: Hosanna en las alturas). Los ramos que proclaman el
triunfo de Cristo sobre la muerte en la Cruz.
Baja el cortejo hasta el torrente de Cedrón. Ya solo se
ven las murallas de Jerusalén en lo alto. El ascenso es lento, pero glorioso.
Llora por dentro el Señor sabedor de lo que ha de venir. Entra ya el cortejo
por la Puerta de los Leones, o Puerta de San Esteban. Ramas de olivo, olor a
aceite virgen, el fruto recolectado, ahora subido a balcones y ventanas, hasta
que mueran desgajadas de sus ramas, como el Señor de su tronco, tras su entrada
triunfal en Jerusalén, para morir y tornar a la casa del Padre. "Hosanna
in excelsis".
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