sábado, 17 de noviembre de 2018

"EN TREN POR EXTREMADURA CON GREGORIO MARAÑÓN (1948)"


           Con motivo del Día del Libro, en abril de 2002, Caja Extremadura reeditó el libro de este título [1], narrando las vicisitudes de un viaje en tren por Extremadura durante 1948. Marañón [2], "con una prosa sencilla y clara, escribió en 1948 esta sugestiva visión de Extremadura, con ocasión del viaje conmemorativo del centenario del ferrocarril en España. Un viaje más particularmente literario por haberlo hecho en tren, pues, como es sabido, el tren y su cosmos ferroviario (locomotoras, vagones, estaciones, viajeros...) han sido objeto de romántica inspiración para poetas y novelistas", señala el prologuista, Teófilo González Porras.
            Marañón se propone contar "la Extremadura que yo he visto, tal como yo creo que es". El viajero parte de la estación de las Delicias, a la que denomina como "el comienzo de un callejón sin salida que se pierde en el campo, en la tierra que el poeta llamó tierra, la más tierra..., la región donde España se muerde la cola para no ser más que España". Aunque su primer destino fuera Cáceres, y después Trujillo, Coria, Plasencia, Las Hurdes, Yuste, Guadalupe, Badajoz, Alange, Medellín, Don Benito, Zafra, Almendralejo, Jerez de los Caballeros, Mérida y Badajoz, donde concluye su viaje, no puede ir en tren a todos los sitios, incluso alguno ha desaparecido. El viajero no obstante, se detiene más que en el tren, en la contemplación de los monumentos, de los campos, en las gentes, en la historia y en quienes la hicieren o escribieren.
            "En el tren de Cáceres a Astorga llegamos a Plasencia, tendida a la vera del Jerte...", dice Marañón en la página 28. [3] Al salir de Guadalupe, afirma: "Al romper el día es la marcha. Unos minutos después, las hondas emociones de la visita al Monasterio se diluyen en el ambiente de paz medieval del pueblo de Guadalupe; y, más tarde, en el camino que nos lleva hasta Plasencia donde el tren nos espera. Otra vez, mientras caminamos, vuelve a nosotros el recuerdo del poeta: ¡Fértiles tierras tiene Guadalupe!" (Pág. 39).
            Más adelante (págs. 40-41), el viajero se detiene en este medio de transporte que, desde finales del XIX, usaron los extremeños: "Ahora el tren nos lleva a Badajoz. "¡Cuánto costó,  --recuerda-- desde los primeros estudios de Mr. Pithington [4], que el Badajoz lejano estuviera enlazado con su camino de hierro con Madrid! El antiguo camino real que vio pasar la litera de Felipe II, a través de Toledo y Extremadura, para entrar en Portugal, por Badajoz, y morir en Aldea Gallega, frente a Lisboa, tuvo desde la segunda mitad del siglo pasado su paralela línea férrea. Y es, de todas las de España, la que hasta más tarde, ha conservado su aspecto de ferrocarril primitivo y familiar, el que vemos en los grabados de ahora hace cien años, como el del cuadrito de Balaca que tengo ante los ojos mientras escribo. Más profunda es aún esa sensación en los pequeños trenes que surcan la región: trenes locales, casi familiares, para uso de los mercados agrícolas o mineros, en los que se engancha, de precario, un vagón de viajeros, isabelino. De uno de estos modestos ferrocarriles se refiere que, habiendo caído en la cuenta el jefe de estación, después de haberle dado la salida, de que podía chocar con otro tren, que, en dirección contraria, venía, por la vía única, y no habiendo telégrafo, envió un propio, a caballo, que alcanzó fácilmente la locomotora y evitó la colisión. Con asombro me contaba un ilustre médico de Madrid que yendo, en otro tren local extremeño, salió a esperarle, a una estación de tránsito, un amigo suyo con el ruego de que le acompañase a su casa a almorzar; añadiendo para tranquilizarle: he hablado ya con el maquinista para que nos espere, como así fue. Vamos a Badajoz, y desde allí, en tren, en los grandes o en los pequeñitos cuando se pueda o, si no, por los caminos, recorremos, como en la otra Extremadura, algunas de las ciudades y pueblos, los más representativos de la provincia, los que mi vagabundeo me hizo conocer."
            A su paso por Coria, capital diocesana de Cáceres, Marañón escruta, desde una tierra sin caminos de hierro, el atraso extremeño. "Coria --dice-- fue hasta muy cerca de nosotros, una ciudad perdida en lo más áspero de España. En 1847, casi ayer, decía la descripción más autorizada del país que los caminos que por el partido cruzan son todos de herradura y aunque transitan carros por ellos, tienen que separarse algunas veces para buscar un terreno que les sea practicable. En otros puntos se hallan casi interceptados por la espesura del monte y son harto peligrosos y expuestos. Apenas habrá en toda Europa otra ciudad, de la que en fecha análoga, pudiera decirse algo parecido..., una extraordinaria ciudad, no muerta, sino anclada en un remanso del río caudal de la vida, que todo lo arrastra y mixtifica. Nos fuimos con pesar de esta Coria, inaccesible al correr de la Historia."
            ¿Por qué Extremadura no tuvo más caminos de hierro, o fue a la cola de España? Antonio Blanch [5] lo expresa claramente: "Nuestro país se sumó tarde a la expansión del ferrocarril, sobre todo por el retraso acumulado en el conjunto de la economía española del periodo y no solo por la circunstancia de que llegara unos años más tarde que otros países europeos."
            Extremadura cuenta con una red ferroviaria de 725 kilómetros. El 15 por ciento de sus traviesas son del siglo XIX, las más antiguas de España. Es la única región española que no dispone de trenes de ferrocarriles de larga distancia. No hay líneas electrificadas y estas solo tienen un carril. Tras el cierre de la línea Plasencia-Salamanca-Astorga, en 1984, después de 75 años, el Lusitania (Madrid-Lisboa) dejó de pasar por la ruta más corta y ahora atraviesa municipios salmantinos... [6] Y seguimos esperando al AVE desde el 2000...

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[1] Marañón, Gregorio: En tren por Extremadura con Gregorio Marañón (1948)". Edit.: Caja de Extremadura. Imprenta La Victoria, Plasencia, 2002, 53 págs.
 
[2] Marañón y Posadillo, Gregorio (Madrid, 19/05/1887-27/03/1960) fue un médico endocrinólogo, historiador, escritor y pensador español, perteneciente a la generación de 1914, cuyas obras tuvieron una gran relevancia internacional en los ámbitos científico e histórico. Ha sido el único español académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España (Lengua, Historia, Bellas Artes, Nacional de Medicina, y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales). Fundó, junto a Ortega y Gasset y Pérez de Ayala, la Agrupación al Servicio de la República, aunque no tardó en criticarla por su incapacidad de aunar a todos los españoles. Desde diciembre de 1936 hasta el otoño de 1942 vivió fuera de España. De regreso a su patria, la dictadura lo utilizó para mejorar su imagen exterior. En 1922 acompañó al rey Alfonso XIII en su célebre viaje a Las Hurdes, que supuso un cambio para una comarca con graves problemas socios-sanitarios, producto de su aislamiento. Fue autor de 38 libros de Medicina, 18 de Historia y 12 de pensamiento; 220 prólogos de libros, y artículos y monografías científicas (más de 500). El día de su fallecimiento, el Ministerio de Educación ordenó que no hubiera clases en todos los niveles educativos del país.
 
[3] Vid.: Línea de Palazuelo-Astorga. Ruta de la Plata en Zamora, en http://www.afzamorana.es/linea_plata.htm. "El tramo de la línea cerrada tiene un recorrido de 107,607 kilómetros, que discurren por nuestra provincia, de los 341 kilómetros que tiene entre Plasencia y Astorga. El primer tramo de esta línea fue el de Plasencia a Béjar, en el año 1884. Entre Plasencia y Hervás (55,730 kms.) se comenzó la explotación el 15 de abril de 1896. La inauguración oficial de toda la línea se produce el 21 de junio de 1896... En octubre de 1984, el Consejo de Ministros decide el cierre de varias líneas por ser deficitarias y, en este caso, la supresión del servicio de viajeros de la Ruta de la Plata, entre Plasencia y Astorga..., supresión que toma efecto el 1 de enero de 1985, fecha triste en la historia de los ferrocarriles españoles."
 
[4] Vid.: Blanch Sánchez, Antonio: La llegada del ferrocarril a Extremadura: una época de especulación y corrupción, Revista de Estudios Extremeños, 2013. Tomo LXIX, núm. I, págs. 437-460. En la pág. 445, sobre Antecedentes del ferrocarril en Extremadura, se afirma que "dentro de los proyectos  para implantar el ferrocarril en la península se empezó a tener en cuenta la importancia que tendría una línea de ferrocarril que partiendo de Madrid llegara a Portugal por Badajoz, que facilitaría el intercambio de las lanas, carnes y otros productos de Extremadura. Se llegó incluso a constituir la Compañía "Camino de Hierro Central de España de Madrid por Mérida a Badajoz", que envió a Extremadura al ingeniero inglés George Pithintgton para estudiar el camino que pasaría por Toledo, Talavera, Trujillo y Mérida, donde enlazaría con la de Mérida a Sevilla y Cádiz, por una parte, y por otra , a Badajoz y Lisboa. El proyecto, que se remonta a 1846, no fraguó por lo inconcreto del mismo y los escasos apoyos financieros."
 
[5]  Ob. cit.
 
[6] Vid.:  Viejo, Manuel: El lento viaje del tren extremeño al siglo XXI, en El País de 23/07/2017.
 

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