domingo, 25 de octubre de 2009

ELOGIO DE LA POLÍTICA

Los sucesos de presunta corrupción política, dados a conocer este fin de semana en Plasenzuela y Torremocha (Cáceres), tienden a acentuar en el ciudadano la idea de que vivimos en un mundo corrupto y que, por ello, todos los políticos lo fueren. Además de una generalización sin entidad “per se”, constituye un peligro para el sistema democrático, pues tiende a dinamitar las bases mismas del Estado de Derecho: la convivencia en paz basada en la justicia, en la que hemos de creer; la presunción de inocencia, que se les supone, y la identificación del político como una concepción fatalista de la política y el ejercicio del poder, ilustrada en la historia por Carl Schmitt y Maurice Duverger, como “el juego o dialéctica amigo-enemigo que tiene en la guerra su máxima expresión”, o “la lucha o combate de individuos y grupos para conquistar el poder que los vencedores utilizarían en su provecho”.

Ya los partidos políticos se posicionaron ayer ante los hechos: mientras el secretario provincial del PSOE de Cáceres, Juan Ramón Ferreira, recordaba que el alcalde de Plasenzuela había sido apartado de su cargo por el partido un año después de las elecciones (en 2008), “cuando se advirtieron las primeras sospechas de irregularidad”, y que el partido había sido el primero en ponerlo en manos del fiscal, el PP anunciaba que abría una investigación interna para conocer el alcance de las presuntas irregularidades de su alcalde en Torremocha. El primero se enteró a tiempo y actuó en consecuencia; los otros conocen las “presuntas irregularidades” por los medios de comunicación “a posteriori”… El primero mira por los ciudadanos; al segundo solo le interesa el poder por el poder mismo.

Ya advertía Ferreira ayer que “no puede ponerse en duda la honorabilidad de miles de cargos públicos que trabajan por el bienestar de sus ciudadanos” y que “seguirá actuando con la misma diligencia ante cualquier sospecha de irregularidad”, porque “una oveja negra no hace todo el rebaño”.

Los alcaldes y concejales de nuestros municipios llevan a cabo una labor la más de las veces incomprendida, no valorada lo suficientemente por los ciudadanos, en cuyo beneficio gobiernan, dejándose la piel en el empeño a favor de la concepción moral de la política, definida como una de las actividades más nobles del ser humano, que implica una labor de servicio a los demás, viendo a estos como la generalidad o pueblo.

La política (del griego “politikós”, ciudadano o civil) es la actividad humana que tiende a gobernar y dirigir la acción del Estado en beneficio de la ciudad, el proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones para la consecución de los objetivos de un grupo.

Ya el vocablo “política” fue utilizado en Atenas a partir del siglo V a. d. C., en especial gracias a la obra de Aristóteles del mismo título, que definía al ser humano “como un animal político por excelencia”.

Habría que recordar la historia de Pericles, “strategós autokrator”, el estratega supremo, el comandante en jefe de la polis griega, la ciudad-estado de Atenas, durante el siglo V a. d. C., que fue elegido durante casi treinta años, anualmente, por el pueblo y cuya carrera política se vio enturbiada en los últimos años de su vida por una presunta desviación de fondos públicos en los planes de construcción de la acrópolis. Pericles no pudo justificar un gasto de diez talentos… Nada nuevo bajo el sol, y ya ha llovido…

Sin embargo, los ciudadanos no pueden ni deben perder su fe en la política ni en los políticos, muy a pesar de la frase de Lord Acton: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Al contrario, habrían de asumir la teoría expresada en su día por el profesor Tierno Galván: “Los bolsillos de los gobernantes han de ser de cristal.”

En el caso de Extremadura, recuerdo la respuesta que me diera a mi pregunta durante una entrevista periodística el escritor y académico regional, fallecido al año siguiente, Pedro de Lorenzo, sobre la teoría del político: saber llegar, saber permanecer y retirarse a tiempo: “Me apasionó mucho la política. No hay que tener el desprecio que se suele tener ya: ése es un político, ¡Hombre, claro!, ¿le parece poco? Lo que ocurre es que es algo muy difícil, que le lleva a uno la vida toda en su trabajo, incluso su propia existencia, la responsabilidad política. De manera que sí me parece una figura apasionante el político. Y como es una situación de muchísimos matices, en la política caben, en actuaciones todas, lo bueno y lo malo.” (Véase El Periódico Extremadura de 16 de mayo de 1999, págs. 10-11).

Recordaba el gran historiador inglés de las civilizaciones, Arnold J. Toynbee, que “el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por quienes sí se interesan” o, más edulcoradamente, en frase de Paul Keley, “es el arte de evitar que la gente se preocupe de lo que le atañe”; pero no en las palabras de quienes avisaban sobre el peligro de las dictaduras, como Cicerón: “Ninguno debe obedecer a quienes no tienen derecho a mandar” porque, de lo contrario, hubiéramos de preguntarnos, como él, en el Senado romano: “Quosque tamdem, Catilina, abutere patientia nostra.” (¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?)

Las sociedades deben tener una estructura según el apetito, espíritu y razón del alma; pero, recordaba Platón, al explicar esta estructura tripartita de clases, que “la razón y la sabiduría son las que deben gobernar, porque si las diferentes naturalezas buscan solo uno de estos poderes exclusivamente, los ciudadanos no tendrán paz, ni tampoco la raza humana en general”.

El bipartidismo actual con el que la sociedad española ha optado para el gobierno de los asuntos públicos se ha revelado, como en el caso que nos ocupa, suficientemente a lo largo de nuestra reciente historia. No está demás recordar, por último, las palabras del que fuera presidente socialista de la República francesa, François Miterrand. “Los franceses hacen huelga los lunes porque sube el pan; los martes se manifiestan porque ganan poco; los miércoles protestan por la falta de libertades… y el domingo votan a la derecha…”.

El político, ya fuere alcalde, concejal o diputado, nos recuerda cada día la noble expresión y traducción de la política como servicio a los ciudadanos y sus pueblos. Éstos, en cambio, solo se acuerdan de ellos cuando truena, como de santa Bárbara, como si en la mínima expresión de la estructura social, ya fuere la familia, la comunidad de vecinos, el pueblo o la ciudad, no hubiere oveja negra alguna que oscureciere el limpio cielo de nuestra paz, creada por todos a base de tantos sacrificios y mártires… La política sí es el arte de lo posible y los políticos, sus hacedores, valedores del poder delegado que ostentan, porque se lo dimos como sujetos de la soberanía nacional, según la Constitución, en beneficio de la comunidad toda, no de unos pocos.

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