Soñamos a diario porque el sueño es un reposo obligado para evitar la fatiga del cuerpo; pero los sueños trascienden el acto simple de dormir, cuando en la fantasía se representan sucesos e imágenes mientras se duerme. Hay sueños de vigilia y vela y otros sueños de día, que abrigan proyectos, deseos o esperanzas sin posibilidad de realizarse. Tenemos la cabeza llena de sueños. Quizá nunca como en el día de hoy se abrigan tantos sueños dorados, los mayores anhelos de la persona. Soñamos con la esperanza de eludir para siempre aquello que nos quitare el sueño, las grandes preocupaciones diarias, que no nos quitamos ni en sueños, porque se proyectan muy lejanas de ser como deseamos.
Los proyectos, los anhelos, aspiraciones o ambiciones, devienen muchas veces en desengaños. Nos coge el sueño eterno sin hacer realidad los sueños de vida porque antes de dormir el sueño de los justos, soñamos demasiados sueños que, ni en sueños, pudiéramos alcanzar. Freud mantiene que todos los sueños representan la realización de un deseo por parte del soñador, incluso los sueños de pesadilla. “El sueño --afirma-- no es solamente una mera actividad somática, sino un acabado fenómeno psíquico de realización de deseos.”
Los sueños de noche son subjetivos porque conectan con la propia realidad; los sueños de día terminan como los de hoy, en una mañana, o en un instante, como el sueño eterno. Calderón nos legó la definición más conocida de la vida y de sus sueños, al preguntarse: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”; pero ya apuntaba Antonio Machado que “si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar”. En nuestra consciencia, constatamos la vida, los sueños irrealizables, pero también la salud que nos toca, imprescindible para seguir soñando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario