Fachada de la Jefatura de la Policía Local de Cáceres, hoy Día de la Constitución, sin banderas en los mástiles. |
El Barómetro de Opinión realizado por el Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) treinta y cuatro años después de la
aprobación de la Carta Magna muestra la insatisfacción de la mitad de los
españoles con la Constitución y la falta de respeto hacia ella. El pesimismo
social derivado de la crisis y el clima de división política que se cierne
sobre el cielo de nuestro presente y futuro nos presenta hoy una Constitución
descafeinada, en tanto en cuanto la clase política que fue capaz de llegar al
consenso sobre el texto constitucional, se ve incapaz hoy de cumplirla, y de
hacerla cumplir por todos, empezando por sí mismos.
Un texto
que nos ha servido como norte y guía durante treinta y cuatro años, que nos
devolvió la libertad perdida durante cuarenta; derechos y libertades jamás
conocidos por toda una generación, y que hoy se ven amenazados por la crisis,
no pueden ser reconocidos como insatisfactorios si no fuere porque muchas de
las medidas de reformas y recortes que las autoridades llevan a cabo rozan
derechos constitucionales que creíamos consolidados. De ahí la insatisfacción de
los españoles no tanto con la Constitución, que permanece nítidamente inalterable en sus objetivos,
sino en la extrapolación que los políticos hacen de sus principios.
La Constitución de 1978 devolvió a los españoles la libertad,
el derecho a elegir a sus representantes y su destino libremente, en el marco
de una España unida, aun plural, y en el contexto posterior de una Europa
solidaria. La Constitución es el marco preciso para una convivencia, en el cual
tienen cabida respuestas a todas las demandas y respuestas a los problemas que
pudieran suscitarse, incluida la reforma precisa en el momento oportuno por los
cauces que en ella se determinan. No es, pues, un corsé inamovible, sino una
guía de presente y futuro, que requiere el respeto de todos, porque es garantía
de la libertad, de la convivencia en paz y de los derechos y libertades de los
ciudadanos. Cuando determinadas medidas políticas rozan la inconstitucionalidad
se rompe el principio único que aboca a
la insatisfacción y a la falta de respeto hacia ella.
Cuando hablamos de esto último, no podemos dejar de pasar por
alto la falta de respeto a la bandera nacional en muchos edificios públicos,
incumpliendo así la Ley 39/1981, de 28 de octubre, por la que se regula el uso
de la bandera de España y de otras banderas y enseñas. Y esto no es algo que
ocurra solo en unas cuantas comunidades españolas, renuentes a colocarlas en el
lugar preeminente entre las demás. El artículo 3 de la citada ley dispone que
la bandera española deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente
en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración
Central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del
Estado.
Pues bien, hay un
edificio público en Cáceres, con tres mástiles a su entrada, que incumple este
precepto, que emana de la Constitución, cuando reconoce que expresa los valores
reconocidos en ella: el edificio de la Jefatura de la Policía Local de Cáceres,
junto a la estación de ferrocarril, en cuyos mástiles exteriores no ondean las
banderas, y ni siquiera conocieren sus mandos, en la anterior legislatura, el
lugar preeminente que debiere ocupar la nacional, porque la situaban a la
izquierda de las restantes, incumpliendo de este modo el artículo 6.2 de la
misma ley: “Si junto a ella se utilizan otras banderas, la bandera de España
ocupará lugar preeminente y de máximo honor y las restantes no podrán tener
mayor tamaño” y “cuando el número de banderas que ondeen juntas sea impar, la
posición central”. El concejal jefe de la Policía Local en la anterior
legislatura, Carlos Jurado, pudo corregir, a mi observación, tamaño
desaguisado; pero los días pasan y ninguna bandera ondea en los tres mástiles
de la Jefatura desde hace tiempo. Si ellos no respetan la Constitución y las
leyes, cómo van a lograr que los ciudadanos lo hagan. Cuando Fernando VII fue
obligado a jurar la Constitución de Cádiz en 1820 lo hizo con el siguiente
juramento: “Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda
constitucional.” Es nuestro camino y guía.
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