martes, 25 de diciembre de 2012

LEALTAD RECÍPROCA FRENTE A DESLEALTAD INSTITUCIONAL

           El discurso navideño del Rey en nada se parece al pronunciado en la misma mañana de Nochebuena por el presidente catalán durante su segunda toma de posesión. Frente al llamamiento del monarca de “promover valores como el respeto mutuo y la lealtad recíproca” y “mirar hacia adelante para cerrar las heridas abiertas”, el president, en su decidido camino hacia el soberanismo, advertía al Gobierno de la nación que impedir la consulta llevará al choque frontal entre Cataluña y España y, como si diere por hecha la tempestad que se avecina, anunciaba que “hay dos barcos que van hacia la colisión y eso no es bueno para nadie” y “todos debemos comprometernos a evitarlo”. Él debiera ser el primero, porque es el capitán de uno de ellos, y ese barco pertenece al mismo Estado del que es representante máximo en su Comunidad.
 
              Mientras el Rey llama a todos los partidos a “cerrar heridas para salir de la crisis”, a “renunciar cada uno a una porción de lo suyo para ganar algo mayor, para incorporarnos a una nueva y brillante etapa integradora”, Mas habla de “viraje de la historia”, de “choque frontal”, de no “poner rejas a la voluntad de un pueblo”. Y para escenificar su propósito, tapa el retrato del Rey, y sitúa al representante del Gobierno central en la primera fila, y no en la presidencia, como anteriormente.
 
              El Rey, empero, con una escenificación distinta y distante a la de sus anteriores discursos navideños, ha hecho profesión de fe de “nuestras preocupaciones y esperanzas” en una calculada, medida, concisa y breve exposición, que ha concretado en tres asuntos principales: la crisis económica, la fortaleza de España como nación europea e iberoamericana, y “la necesidad de reivindicar la política como instrumento necesario para unir las fuerzas de todos y acometer la salida de la crisis y los retos que tenemos por delante”.
 
              Tras reconocer que “vivimos uno de los momentos más difíciles de la reciente historia de España”, el monarca no ha eludido referirse a la “persistencia de la crisis” para admitir que “está generando un desapego hacia las instituciones y hacia la función pública que a todos nos preocupa”, y apela a “encontrar nuevos modos y formas de hacer algunas cosas que reclaman una puesta al día”; pero ha advertido también que “austeridad y crecimiento deben ser compatibles” y que “las renuncias de hoy han de garantizar el bienestar del mañana…, de manera que se asegure la protección de los derechos sociales, que son seña de identidad de nuestra sociedad desarrollada”, y ha apelado, finalmente, a la confianza en un proyecto compartido por todos y en nuestras posibilidades de salir adelante”.
 
              En un tiempo como este, que simboliza el triunfo de la generosidad sobre el egoísmo, el jefe del Estado ha reivindicado “la política grande, la Política con mayúsculas; la que, desde el Gobierno o desde la oposición, fija su atención en el interés general y en el bienestar de los ciudadanos; la que, lejos de provocar el enfrentamiento y desde el respeto a la diversidad, integra lo común para sumar fuerzas, no para dividirlas”. Y para conseguirlo, el monarca recuerda que “es necesario promover valores como el respeto mutuo y la lealtad recíproca”.
 
              Como el Papa durante la celebración de la Misa del Gallo, que solicitaba arados en vez de armas, mientras unos predican democracia solo para si, otros, como el Rey, hablan de familias, jóvenes y confianza para afrontar el futuro.
  

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