viernes, 14 de junio de 2013

MARÍA FRANCISCA, EN LA BAHÍA DE SETÚBAL

           María Francisca vive entre el cielo y la tierra. Más apegada a la tierra, sueña con el cielo. Asunta al cielo, sube a él desde la tierra, como la Virgen; ve la tierra desde el cielo. He tardado años en conocer a María Francisca. No la conociere hasta hace poco, en que di con un amigo común y hablamos de ella. Por sus columnas en el periódico reconocí, hace años, a una mujer sensible a flor de piel, traslúcida en sus pensamientos floridos, en una literatura arrebolada de sentimientos, colores, pasiones del alma y del corazón, que te transportaren a otro mundo. Su mundo es este, pero desde su máquina "Olimpia" nos traslada a otros mundos imaginarios, reales también, que no los percibimos porque no hubiéremos sus ojos de halcón visionarios.
 
              Durante años leí y releí, una y mil veces, a María Francisca en El Periódico Extremadura. Daba luz a la columna de última página. Es un tesoro publicado, pero no al alcance de todo el mundo, que debiere agavillar como un haz para deleite del alma. Tantas columnas y solo recordare una: "Bahía de Setúbal", como salida de la paleta de un Cézanne, en la que los colores de la puesta de sol y del agua se combinaren en un arco iris, como un espectro de frecuencias de luz continuo sobre el cielo y la tierra, cuando los rayos de sol atravesaren pequeñas gotas de agua contenidas en la atmósfera. Aquella, en la que los siete colores de Isaac Newton se quedaren pequeños ante los ojos claros, profundos, de limpia mirada, orlada por sus propios rayos de sol nacientes de joven mujer, que viere más allá de la bahía el horizonte infinito del océano.
              Dejé impresionado a mi amigo por este recuerdo y lectura de aquella maravillosa columna de María Francisca. Al poco tiempo, olvidadizo ya de cuándo viere la luz de la bahía de Setúbal, ella supo de mí; de cómo, durante años, estuviere tras ella y sus columnas, y me la hizo llegar, plastificada, para que las olas del mar no borraren sus colores, olores y sabores. Tan unidos y no nos reconocíamos ni conocíamos, sino por la literatura, por mi lectura obligada, y también apasionada, antes de pasar sus columnas al taller, entonces aún sin ordenadores.
 
              María Francisca comenzó a escribir a los 14 años. Ha publicado veintitantos libros de cuentos, en Badajoz, Ávila y Madrid. Los elementos de sus cuentos, que "contribuyen a causar un solo efecto", como sus columnas literarias.
              Recientemente, María Francisca Ruano (Madrid, 1946) ha publicado "Será la boda más bonita del mundo", en el que "intenta desvelar algo de lo que pueda haber detrás, debajo, enfrente o encima de la frase tan bonita y lírica del título". "Invierno español y portugués", "Entretenimientos privados", "Las flores del silencio", "Archipiélagos", "Cuentos portugueses"..., una lista infinita de relatos inacabados, en la que su genio imaginario sube al cielo trascendiendo la tierra, los hombres y las mujeres sobre los que reflexiona y escribe.
 
              Y como se es donde se pace, y no donde se nace, María Francisca gusta de la fotografía, de los rincones que nos pasaren inadvertidos, y nos regala, junto a sus relatos, unos indicadores de páginas con rincones de Cáceres, del otoño extremeño... Fotografía, títulos y su nombre, unidos en un mundo en el que no viere la luz, pero que la abstrayere y la aprehendiere toda para regalarnos con su dulce nombre y su boda imaginaria, la más bonita del mundo, María Francisca, tan  cerca y tan lejos de la bahía de Setúbal. Como tú de mí hasta ahora: tan cerca y tan lejos; como aquel estuario del Tajo sobre el puente "25 de abril" por el que sí pasé un no muy lejano día..., cerca de nuestra querida bahía que nos condujere al Atlántico.
 

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