No había vuelto a saber de ti, Nazaret, quizá desde aquel día
en Navalmoral, en que, al término de un acto político, me hiciste una
demostración de tus habilidades en el baile: un rápido hip-hop con tus caderas
y parada en seco... No olvidaré tu sonrisa con la que alegrabas la vida de tus
compañeros, la misma que muestras en el periódico, lejos de tu país, y que le has dado a Lucía.
Imposible adivinar detrás de esa sonrisa, de
tus dotes organizativas, de tus bellos parlamentos junto al Reloj del Sol,
orillas de la Charca, en tu pueblo, Casar de Cáceres, para no olvidar el pasado
que marcare a la generación de nuestros padres; a quienes perdieron su vida en
la lucha por sus ideales. Memoria recobrada en tu pueblo, junto a Soledad Tovar
y Rafa Pacheco, en el anual reencuentro con la memoria histórica para quienes
nunca la perdieron y tampoco la hubieren, porque no habíamos nacido, pero que
tan bien nos enseñare Fernando Ayala, quien me emocionare, no lejos de allí, en
la Casa de Cultura, con su relato del barquero de Alconétar; como Soledad, con
su "No llores, mamá", que escribiere un día no lejano. Entonces,
Nazaret, cuando te presentaba a los colegas de los medios para que tú les
explicares los objetivos del acto.
Imposible
imaginar, Nazaret, que, detrás de tu vocación política, cursares también
Enfermería; y que, finalizada esta, no hallares trabajo, como tantos jóvenes de
tu generación, abocados a la "movilidad geográfica" con que la define
la ministra Fátima Báñez; a dejar vuestra familia, vuestro pueblo y país, que
no os diere ni una oportunidad en nuestra tierra, aquella que pidiere Gabriel
García Márquez, al recoger el Nobel de Literatura ante la Academia Sueca,
cuando pedía "una segunda oportunidad sobre la tierra" para
las estirpes condenadas a cien años de soledad.
Tuviste
otra compañera, licenciada en Filología Inglesa, que acabó de visitadora
médica. Al menos ella se quedó aquí, subempleada, dada su formación, no así
otros que hubieren "papás políticos" que enchufaren a sus hijos y
paisanos en la política como profesión. Esa es la diferencia, Nazaret: tú
hubiste una vocación política, pero elegiste otra profesión para vivir y, como
tantos, no hallaste aquí lugar ni puesto para ejercerla; otros, sin profesión
alguna, buscan la política como subterfugio para vivir, y muy bien por cierto.
Ejemplos muy cercanos dejaste atrás en tu pueblo.
Te
reconocí enseguida, Nazaret, junto a David y María José; Jorge,
Teresa y Miguel,
todos fuera, paisanos todos y miembros de la generación de la "movilidad
geográfica"; de una generación --la más preparada de la historia de
España--, pero sin sitio en su país, sin una oportunidad sobre la tierra.
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