Entendemos por
homonimia aquellas palabras de igual pronunciación, pero que tienen distinto
significado (votar y botar), la igualdad de nombres entre dos personas o cosas,
y por homofonía, palabras de diferente significado que coinciden en su
escritura (vaca y baca); la paronimia, en cambio, alude a palabras semejantes
en el sonido, pero que se escriben de forma distinta (callado y cayado).
El discurso político reciente ha añadido la lengua de
signos, tanto en público como en televisión, en un intento de superar las
barreras de la comunicación de las personas sordas, aunque en ocasiones sus
intérpretes no estén a la altura de la formación que se les supone. Ocurrió
durante el funeral por Mandela, en
que el intérprete fue acusado de no seguir las normas gramaticales ni la
estructura del lenguaje: "Soy sordo y no comprendo lo que dice",
manifestó el presidente de la Federación Sudafricana.
No parece que esta irrupción del lenguaje para todos, excepción
hecha del último, haya desatado sus fuerzas con el énfasis que le es propio en
el habla para acercarse al elector con la homonimia, la homofonía y la
paronimia, en un intento que, más que aclarar programas y promesas, intenta
confundirle para apropiarse de otros mensajes cuando no del nombre que los
personifica. El discurso político de campañas electorales se ha transmutado del
clásico mitin que encendía el ánimo de los propios de un partido, con voto ya
decidido, a otras formas de comunicación que, transmitidas por las redes
sociales, se acercan a un mayor abanico de electores o indecisos, que son
quienes pueden dar el vuelco a un resultado electoral, y no los asistentes, por
periclitados, a un mitin electoral, al que acuden los fijos, sin contar con las
variantes de intención, estimación de voto, más cocina.
Ya en las últimas campañas, la homonimia se utilizaba
como un eslogan electoral para apartar del mapa electoral al adversario
político, apelando al voto para "botar" al contrincante. Hoy se
diría: "Vota a Vara para botar
a Monago", como ayer el
inadvertido portavoz popular Miguel
Cantero apelaba en Plasencia al voto "para que no te la den en
blanco", jugando, en primer término,
con la acción verbal que significa lo contrario de lo que se apela, o
con el apellido de la adversaria más temida.
La clase política --que sabe de esto tanto como el
intérprete de signos del funeral de Mandela--
deja en manos de sus agentes de márketing, o mercadotecnia, lo que han de
hacer, o no, en sus campañas, para cifrar en un video los logros conseguidos y,
de paso, echar fuera al adversario. Del "ahila palanti" como lema de
un Día de Extremadura, Monago se
pasa ahora al running (correr de forma efectiva y sin lesiones), abandona la
mercadotecnia, y presenta su video
promocional de cara a la campaña electoral próxima, en el que nos relata los
logros conseguidos, bajo el título
"Hacemos Extremadura", y afirma que "no
solo demostramos que podemos, sino que además lo hacemos".
Ratifican sus corifeos que el actual presidente y su partido son los primeros
de España en dejar la mercadotecnia en favor del mensaje; pero no olvida, como
otros colegas, al partido emergente, al que ya le echó un
tiento por un "si acaso" electoral en su
discurso de fin de año. El presidente Rajoy
atacaba recientemente a "quienes
quieren cambiar el sistema", mientras el gallego, Núñez Feijóo, no le fue a la zaga al
afirmar: "Soy
más de Podemos que los de Podemos". Nada digamos de
Esteban González Pons que, como prestidigitador
de la homonimia, se quedaba solo en el mapa electoral al jugar con las palabras.
Otros, en fin, se atreven a hacer juegos de palabras con la que está más en
boca de sus adversarios, como si de una devolución de pelota a su terreno se
tratare, como el líder del PSOE, Pedro
Sánchez: "Ni
los de Podemos son tan castos ni yo tan casta."
Poder es tener
expedita la facultad o potencia de hacer algo; tener más fuerza que alguien,
vencerle luchando cuerpo a cuerpo; hacer
es ejecutar, poner por obra una acción o trabajo; producir algo, darle el
primer ser... No hay correlación entre poder y hacer. Se puede prometer algo,
pero no hacerlo, como se ha demostrado fehacientemente en esta legislatura que
finaliza. No siempre poder es hacer (se puede fumar, pero no se
debe...) Quienes juegan con la homonimia entre poder y hacer, pueden
estar jugando con fuego, o poniendo la mano sobre él, ignorantes quizá de la
célebre frase de Rafael Gómez Ortega,
El Gallo (1882-1960), el torero
hermano de Joselito, que inmortalizó
la frase: "Lo que no puede ser, no puede ser. Y, además, es
imposible." O desconocen también aquella del clérigo, matemático y
literato inglés, Levis Carroll (1832-1898):
"Si así fue, así pudo ser; si así fuera, así podría ser; pero como no es,
no es. Es cuestión de lógica." Ni siquiera la frase de Unamuno en la Universidad de Salamanca, el 12-12-1936, con ocasión
de la apertura de curso, en una inesperada intervención: "Vencer no es
convencer, porque para convencer hay que persuadir... Me parece inútil pediros
que penséis en España. He dicho."
El video promocional de Monago nos recuerda, por su idealización, sátira o caricatura, el
epíteto de Garcilaso:
"Cerca
del Tajo en soledad amena
de
verdes sauces hay una espesura
toda
de hiedra revestida y llena,
que
por el tronco va hasta el altura
y
así la teje arriba y encadena
que
el sol no halla paso a la verdura;
el
agua baña el prado con sonido,
alegrando
la vista y el oído."
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