domingo, 15 de febrero de 2015

LA CASTA Y LOS CASTOS

 
           "Yo soy casto. La casta es una oligarquía que se protege de forma cuasimafiosa, como los Pujol", proclama un político emergente de España, no solo catalán, hijo de padres comerciantes, catalán y andaluza, Albert Rivera, en un periódico nacional de hoy.
            La casta y los castos han surgido como voces también emergentes en el vocabulario político actual; pero, quiénes son la casta y los castos. Los políticos del bipartidismo y adláteres llaman a sus adversarios neonatos "casta"; y otros, instalados en el poder, se autodenominan a sí mismos como "castos", en un intento de excluirse del rebaño de la casta.
            Dícese que la casta es un grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás, por su raza, religión... Eso era en origen, por ascendencia o linaje; pero cuando todos somos iguales ante la ley, la acepción es inaplicable a esa definición. La casta es eso y mucho más. No estamos en la India, país donde las castas son grupos que pertenecen a una unidad étnica mayor, aunque los políticos de aquí asuman parte de esa filosofía, de mundo y aparte; de ahí, el concepto de casta política. El Diccionario de la RAE define casta, término popularizado por el partido emergente, como "grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado por su raza, religión, etcétera." Volvemos, con ello, a los orígenes del vocablo. El sustantivo devino por la religión y se asocia hoy a la política. Las castas nacieron en la India en el 1.500 a. d. C.; continuaron con el Imperio español (de casta le viene al galgo, como el perro de casta). Así, un ejemplo de casta de origen: español-indígena da lugar a la casta resultante, mestizo. Hay, empero,  otra acepción que se acerca más a una definición genérica de la casta: parte de los habitantes de una sociedad que forma clase especial (la casta), sin mezclarse con los demás. Confieso que lo he vivido. La casta solo se mezcla con el común de los mortales en las elecciones; cuando ya hubiere el escaño, te saluda y te da la espalda, porque tú no eres de los suyos, no formas parte de su casta. Ellos son la casta, los que ni siquiera te responden cuando les escribes; los que no dan la cara porque se sienten cómodos en su casta y les da vergüenza mirarte a la cara. Y se llaman compañeros o camaradas, a la antigua usanza, aunque de eso no tuvieren nada, más que los intereses que les unen, que no fueren los del común. La casta no desea cambiar para seguir siendo casta, aunque algunos se llamen castos, los que se abstienen de todo goce sexual, o se atienen a lo que se considera como lícito. Estos son los castos de verdad, como Albert Rivera o Núñez Feijóo: "Yo no pertenezco a ninguna casta." Otros, que niegan pertenecer a la casta, no podrán negar tampoco que son castos. Ni lo uno ni lo otro. Ser de la casta es hoy, como ayer, una distinción; ser casto, una virtud, en una segunda acepción: honesto, puro, que no tiene picardía ni sensualidad. El PP se podemiza para salir al paso de quienes dicen que personifican la casta y declaran en sus asambleas: soy de la casta de... "A lo mejor resulta que la verdadera casta son ellos", añadía un miembro de la dirección nacional. A lo mejor, la casta son todos y los castos, los menos. "Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra" (Jn: 8: 1-7), de la casta y de los falsos castos.
 

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