Falta un mes para la
cita con la meta: el 24-M es la fiesta cristiana de Pentecostés, el descenso
del Espíritu Santo y el inicio de la
actividad de la Iglesia. Hay un paralelismo entre el calendario litúrgico
cristiano y el electoral. La fiesta eclesial es uno de los domingos más
importantes del año tras la Pascua, cincuenta días tras aquella. En el Antiguo
Testamento, la fiesta de la cosecha, que los israelitas unieron a la Alianza,
cincuenta días después de la salida de Egipto. Termina la Pascua. Es la fiesta
más importante tras la Pascua y Navidad. Llega el Espíritu Santo y la Iglesia inicia sus actividades. Los ortodoxos
la celebran una semana después.
Nadie verá este paralelismo entre el que ha de venir y lo
que está por llegar. Apenas alguien observará que este día recuerda la entrega
de los mandamientos al pueblo elegido cincuenta días después de su salida de
Egipto. Nadie entonará el Veni, Sancte
Spiritus/ Et emitte caelitus/ Lucis tuae radium (Ven, Espíritu Santo/ y desde el cielo/ envía un rayo de tu luz/).
Necesitamos algo más que un día de reflexión para votar en conciencia el cambio
por venir, quizás el más importante en cuarenta años, en que la partida no se
juega ya entre dos, sino entre cuatro; un día en el que no se votará "por
el cambio", sino por un recambio que muchos no desearen y que otros
rechazan.
Ni siquiera como ciudadanos nos preparamos para la hora
de la luz que ansiamos y no para las tinieblas que nos asolan: el paro
sube hasta el 24 por ciento (los sindicatos afirman que los datos son
malísimos: 35.400 parados más en la legislatura, y se continúa destruyendo
empleo), mientras los gobernantes lo consideran un triunfo del pueblo (véase
Digitalextremadura de ayer). La corrupción
nos sobresalta cada día con nuevos escándalos y España escala posiciones en el
mapa mundial (del 22 de hace diez años al 38 actual (véase El Mundo de hoy). Ni
los nuevos profetas del cambio se libran de un transfuguismo tanto exterior
como interior: ayer se conocía que el número tres de Podemos y secretario de
Programas, Juan Carlos Monedero, militó
en el PSOE entre 1982 y 1986, cuando vio la posibilidad de un
cambio real y no de un recambio, como afirma su jefe de filas; pero la
burocracia y la disciplina de partido le desencantaron y abandonó. Se apuntó a
IU, en la que militó mucho tiempo, pero antes fue interventor del PCE porque no
existía la coalición. (Véase El Correo.com). Los electores caen en la
desafección y no saben qué votar, menos aún a representar a los partidos en las
mesas como interventores. El presidente de la Comunidad Valenciana, Alberto Fabra, tiene dificultades para
fichar interventores
y apoderados, ante el desánimo por los escándalos y
la irrupción de Ciudadanos, que le complican su antaño poderosa maquinaria.
(Véase El País de hoy). La elección de la presidenta andaluza sigue aún en el
aire, aunque dimita Griñán y Chaves anuncie que se retira al final
de la legislatura. (Íbd.). En la capital del Reino y en su Comunidad, el PP lo
tendrá difícil para gobernar con mayoría, y el partido en el gobierno reconoce
que está al
filo de perder ambas, al cambiar el sentido del voto
útil. Muchos no saben/no contestan aún qué van a votar: dos hombres hablaban
parados en la acera y uno le confesaba al otro que no sabía a quién votar; su
amigo le replicaba que él votaría al Partido Animalista. Los dos sujetaban a
sus mascotas atadas a la correa...
No han rematado aún los partidos sus programas; quizá no
lleguen a los electores, que voten guiados antes por un cambio de rumbo que por
un giro basado en propuestas y programas que ni conocerán ni habrán de
cumplirse. Ciudadanos revisa
su programa económico; Podemos
retrasa su memoria económica. (Véase El País). Los
candidatos reclaman a sus santones del pasado, como los cristianos al Espíritu Santo, para ver la luz que no
les llega.
Extremadura no llega ni a meditar, aburrida entre el
"hazmerreír
de las monagadas", la
manipulación de los medios públicos (DEX), las
fiestas para distraer, los cohetes para alumbrar la luz de la noche, en una
Comunidad en la que hasta las festividades religiosas son objeto de utilización
electoralista y en la que no pasa día en que nos anuncien el paraíso terrenal
que habrá de llegarnos si les votamos a ellos, solo profetas en las
instituciones que han gobernado como sus cortijos particulares..., y encima se
lo creen. Veni, Sancte Spiritus..., liberanos, Domine, a malo (Ven, Espíritu
Santo; líbranos, Señor, del mal...).
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