sábado, 23 de mayo de 2015

ENTRE PRESENTE Y FUTURO

 
           Ha llegado la hora. Se han acabado las palabras todas. Reina el silencio en plazas, calles, teatros y cosos. Las banderolas seguirán reclamando la atención de los transeúntes cuando ya debieren haberse arriado; proseguirán durante días, cuando el presente deje de serlo y principie el futuro. La jornada de reflexión da paso al día del habla. Las voces que pedían el voto han enmudecido. Es la hora de la verdad, la del habla definitiva del pueblo, depositario de la soberanía que decide. Los actores se acuartelan, a la espera de las voces silenciosas que --ahora sí-- saldrán de las urnas para dar paso al segundo tiempo del partido, inconcluso aún, apenas nasciturus.
          Todo dicho ya; pero quizá los actores hubieren de hablar porque las mayorías absolutas han terminado. Ha finalizado el presente; comienza el futuro. Nunca quizá como, desde 1982, los esquemas tradicionales --el bipartidismo, que gobernare en España desde entonces--, hubieren quebrado. El poder se ramifica en varias ramas más que emergen del tronco común que antes sostuvieren el Estado. No un recambio, sino otro cambio, ampliado no a una sola fuerza política; sino a cuatro o más, que requieren de otra cultura desconocida en nuestro suelo patrio: el pacto, apenas ensayado entre las fuerzas mayoritarias que, hasta ahora, rigieren nuestros destinos.
          Los emergentes han asumido el clamor de un pueblo que, de dominador de medio mundo en el siglo XVI --en cuyos confines no se ponía el sol--, retrocedió a la Edad Media entre guerras, pronunciamientos militares, dictaduras..., que no hicieren otra cosa sino enterrarle a sí mismo en la noche de los tiempos. La crisis hizo explotar a un pueblo, cuya clase media, sostén del mismo, saltó por los aires hecha pedazos, y sobre la que se hecho recaer con más virulencia su costo. El desempleo, la corrupción, los desahucios, los recortes de derechos consagrados en la Constitución; la sanidad y la educación universales, empobrecidas por aquellos; las pensiones, el copago..., todo marchitado en una sociedad que hoy sobrevive gracias a la solidaridad familiar, a trabajos precarios, a la economía sumergida..., quizá muy pronto al mercado del trueque y al contrabando, como en los viejos tiempos; a la fuga de la fuerza del trabajo y la inteligencia, donde no reinare el sol. Hay una España rica, cada día más rica; y otra España empobrecida, cada día más pobre; una España de los corruptos y otra de mendigos que solicitan caridad en la calle y que come gracias a Cáritas. Mientras los capitales huyen fuera, al abrigo, para resguardarse ante lo que pueda venir, quienes nada tienen son perseguidos por el fisco para sostener lo que no puede sostenerse: una España desmembrada en diecisiete Españas...
          No siempre el querer fue poder: mientras unos conjugan en infinitivo, forma verbal no finita, sin distinguir personas, número ni tiempo, otros apelan a construir el futuro entre todos; y otros, en fin, reclaman la hora y un cambio, que pareciere no llegar para los más necesitados. "El comer y el rascar, todo es empezar." Solo que aquí no tenemos cultura del pacto --no hubiéremos tenido un pentapartito, a la italiana, coalición gobernante en el país transalpino entre 1980 y 1982--, ni podríamos estar un año sin gobierno que nos guiare, como en Bélgica, que en noviembre de 2011 acumulaba 500 días sin gobierno, con datos económicos envidiables, y mejoras sustanciales en paro, déficit y salario mínimo. (Véase lainformacion.com, de 11/11/2011). Tan solo los funcionarios, tan denostados, podrían llevar la maquinaria del Estado; pero España es diferente: necesita mano de hierro y guante de seda. Nada más ilustrativa, aun exagerada, que aquella pintada anónima del posfranquismo: "Españoles: no se os puede dejar solos..." Y ahora, hoy, mañana, nos encontramos de nuevo frente a nuestro destino, con la papeleta escrita que se alzare como una voz al futuro, a la esperanza de una sociedad más igualitaria, en la que los derechos del hombre no se vean siempre en zona azul, y bajo tierra, aparcados como vehículos que contaminaren la atmósfera de este bello planeta azul, cada día más negro...
          Hoy y mañana termina el presente. A partir del lunes comenzará el futuro, tan solo escrito con nuestra voz y voto, tributarios de aquel por decidir... Los árbitros electos principiarán el segundo tiempo del partido, y los electores serán simples espectadores de un tablero en el que no están invitados a participar, porque ya lo hicieren hoy, cuando los árbitros pongan con su silbato el punto final a la Liga de las estrellas; solo entonces, cuando sea otra luz la que nos pueda alumbrar el mañana. Como en los versos de Antonio Machado --recordados por Adolfo Suárez en su investidura como presidente, el 09/06/1976: "Estoy abierto al mañana./Mañana al infinito./ Hombres de España: ni el pasado ha muerto,/ ni está el mañana y el ayer escrito." Entre presente y futuro...
 

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