El ministro de Sanidad, Salvador Illa, la ha liado parda tras el Consejo Interterritorial de Sanidad, en el que las comunidades autónomas llegaron a un acuerdo sobre las restricciones que marcarán las próximas Navidades. El Consejo dejó claro que la libertad de movimiento quedará restringida desde el 23 de diciembre hasta el 6 de enero, por lo que no podrá haber desplazamientos entre regiones en esas fechas, salvo causas justificadas.
Entre
las excepciones para llevar a cabo están la vuelta de los estudiantes a casa
por Navidad, así como aquellos que quieran visitar a algún “familiar o
allegado”. Todos saben lo que es un familiar --¡estaría bueno!--, pero qué es
eso de “allegado, se han preguntado muchos, sin molestarse en buscar en el
diccionario. ¿Será algún familiar en tercer o cuarto grado; será la novia, será
alguna persona con derecho a roce; será lo mismo que un familiar? Preguntado el
ministro en rueda de prensa, dijo que “es una persona con la que se tiene una actividad especial, a pesar de que no
haya un vínculo familiar definido”. ¡Ah, ya! Es decir, que pueden ser la novia,
el novio, el querido, la querida, el amante, el compañero, la compañera… Hay un
amplísimo recorrido en las actividades
especiales que puedan mantener dos personas, sean del mismo o distinto sexo,
compañeros o no, durante todo el año.
Se conozca o no el significado de la palabra,
esto va a ser un coladero de tráfico de personas que desean pasar juntos la
Navidad a la mesa. ¿Cómo demostrar a un guardia que nos preguntare por el
parentesco que hubiéremos? “Es un allegado mío” y el agente, según Illa, no podría multarle porque no se
ha saltado restricción alguna acordada en la Conferencia ni podrá verificarlo.
Según la Real
Academia, allegado, en su segunda
acepción, es el “dicho de una persona que es cercana a otra en parentesco,
amistad, trato o confianza”; es decir, que puede ser familiar, amigo, novio,
compañero, querido, amante… El ministro tiene razón; pero, al abrir el grifo de
las restricciones con llamadas a la responsabilidad individual y colectiva, con
el término allegados, parece haber
abierto también un coladero en el flujo del ir y venir a casa por Navidad. El
doctor Simón ha negado que sea un
“coladero” siempre que “la ciudadanía mantenga la responsabilidad personal”,
aunque admite que “el término puede estar sujeto a trampas”. Ese es el quid de la cuestión. El parentesco
supone el afecto, pero este no se vincula solo con aquel. Los vínculos
familiares son legales u oficiales y también de convivientes sin ellos. Hay
muchas realidades familiares y los españoles, con tal de usar lo que se nos ha
dado, sin prever las consecuencias, podemos utilizar el término a nuestro
gusto, aunque la mayoría diga que no conoce el significado para investirse de
una argucia y largarse a otras comunidades para pasar la Navidad con un allegado… ¡Ay con los allegados…!
Después vendrá la tercera ola… y todos serán lamentos.
Lola Pons, catedrática de Lengua
Española de la Universidad de Sevilla, recuerda que el término allegar procede del latín: applicare (arrimar, acercar, abordar) y
se usa desde los orígenes del castellano. Aparece en el Cantar del Mío Cid y en el Tesoro
de la lengua de Sebastián de
Covarrubias, un diccionario de 1611, que define allegados como “los que se valen de la sombra de un señor que no
son paniaguados suyos; es decir, que vivían de un señor feudal sin ser sus
siervos”. En el primer Diccionario de la
RAE aparece allegados, en plural,
con la siguiente definición: “Se toma por los parientes, amigos parciales o
criados cercanos a las personas de sus amos.”
Ahora que
algunos coaligados del Gobierno desean que el castellano deje de ser lengua
vehicular, no podremos tener conocimientos y alcance –y acaso responsabilidad
bastante—para conocer el significado de un término que se ha colado de rondón
en un listado de restricciones navideñas. ¡Allegados
paniaguados que, sin ser siervos, desean vivir de lo que les da la mano de su
señor…, renunciando al castellano, lengua oficial del Estado! (Artículo 3.1 de
la Constitución Española).
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