jueves, 25 de noviembre de 2010

BOTICARIO Y CABRERA, CONSUELO Y CÁNDIDO

No fueren placentinos de nacimiento, pero han honrado a la ciudad que les acogió. Han pacido tanto en ella que le dieron lustre expansivo. Nunca más acertado: uno no es de donde nace, sino de donde pace. Y su ciudad de acogida les acoge hoy en su seno, haciéndoles hijos adoptivos.

No nacieren lejos de ella; quizá la hubieren visitado antes de residir, de servirla y amarla, como lo hicieron.

Consuelo Boticario pertenece a esa generación de mujeres avanzada en su generación que dio un paso adelante, no para situarse delante del hombre, sino a su lado; realizarse profesionalmente y servir a la sociedad. Natural de Cañaveral, Boticario es doctora en Farmacia por la Complutense, en un tiempo en que el citado grado académico lo poseían pocas mujeres. Fue profesora en la UNED hasta que, en 1996, le propusieron fundar una extensión de la citada universidad en Plasencia. La doctora Boticario cumplió el encargo y expandió la UNED hasta Cáceres, Navalmoral. Trujillo y Coria, unas extensiones que, como el propio centro asociado placentino, ha permitido que muchos jóvenes puedan cursar los estudios universitarios que desearen, pero que no podían por razones laborales o económicas. Implantó los cursos de verano, a los que cada año acuden numerosos estudiantes e investigadores. El Centro Asociado de la UNED en Plasencia es ya un referente cultural, como lo es el Centro Universitario adscrito a la Universidad de Extremadura. No es casualidad que sea una de las pocas mujeres extremeñas en poseer la Medalla al Mérito en el Trabajo.

Cándido Cabrera, aunque nacido en Talaván, vive en Plasencia, ciudad de la que llegó a ser alcalde en 1991, el primero por el PSOE, hasta julio de 1995. Su imbricación con la ciudad ha sido tal que ha llegado a participar en sus asociaciones más representativas: la Unión de Pescadores, presidente de Placeat, la cofradía de la patrona… y el ayuntamiento que presidiere. No nació para la política, pero quienes le invitaron a que diera el paso, asumieron también que era un gestor, como en su fábrica de aceite, y fue ese matiz, llevado a la política, el que le hizo ser un alcalde reconocido por todas las fuerzas políticas, como pudo verse en dos ocasiones: cuando poco antes de dejar la Alcaldía inauguró la estatua del rey fundador de la ciudad, Alfonso VIII, frente a la Puerta del Sol, acto al que acudieron varios miles de personas, y a la cena de homenaje, a la que acudieren unas cuatrocientas personas de todo el arco parlamentario.

Ciudad benéfica y acogedora, Plasencia recibe mañana jueves como hijos adoptivos a quienes lo fueren desde hace años por méritos propios: Boticario y Cabrera, Consuelo y Cándido. Nunca como hoy rubrica, una vez más, los títulos que enarbolan su escudo y leyenda. La política del día a día es también reconocer a los hijos que sirven a la ciudad, como parte de su alma, sin serla de origen, sino de corazón. Desde su fundación, Plasencia tuvo alma y corazón. En 1996, el periodista Juan Manuel Cañamero le dedicó un libro: “Cándido: perfil humano y político de un alcalde de Plasencia” (Diseño Gráfico S. L, Plasencia, 1996), en cuyo prefacio, titulado “Olvido y perdón”, el autor de estas líneas concluía diciendo “La clemencia es la virtud del justo; el olvido, el descuido de los desafortunados.” Plasencia ha sido, una vez más, clemente e indulgente, y no olvida a quienes le hicieron, y siguen haciéndole, el bien.

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