domingo, 7 de noviembre de 2010

EL PUDOR DE LOS IMPÚDICOS

Es más impúdico el pudor del alma que el pudor del cuerpo. El pudor impide mostrar el propio cuerpo, hablar de sexo, pero también ocultar la intimidad del pensamiento por pudor. El pudor está en la mirada, en la palabra y en los gestos; protege la pureza y la intimidad. El pudor es un sentimiento y una pasión del alma. El pudor es decoro, recato, honestidad, honra, modestia, virtud… Sus antónimos son la impudicia y la desvergüenza.

No hemos perdido el pudor del cuerpo, porque no deseamos descubrir nuestra intimidad; pero hemos perdido el pudor del alma en la impudicia del lenguaje, del comportamiento, de los gestos y del respeto hacia los demás. El pudor es tan masculino como femenino. El pudor se expresa en la casa como habitáculo de la intimidad que no es extrapolable al resto; el pudor reside en el miedo al cuerpo desnudo, como si diéremos posesión a los demás de lo más íntimo de nuestro yo; el pudor existe en el lenguaje, que nos impide expresarnos para hacer públicos nuestros sentimientos, estados de ánimo y debilidades.

El pudor es un sentimiento, pero más lo es la impudicia, la desvergüenza de quienes no hubieren pudor alguno en sus actos, gestos y palabras hacia los demás y, por impúdicos, carecen de vergüenza. El pudor habitúa a mentir; a no expresar los sentimientos y pensamientos o a decir lo contrario de lo que se piensa con intención dolosa.

El pudor no tiene ideología y, si la hubiere, estaría más cercana a la izquierda que a la derecha; residiría más en la casa del pobre que en el palacio del rico. El pobre tiene pudor porque en su alma y corazón residen la honestidad y la virtud; en los del rico, impera la desvergüenza de la mentira, la impudicia de la avaricia, el pecado de la soberbia. El pobre se alinea con la izquierda porque no hallará quien le defienda en la derecha, que todo lo quisiere para sí. El pudor del pobre es modesto; el del rico yace en la desvergüenza de su vanidad. El pobre de izquierda manifiesta sus sentimientos; los ricos de la derecha mienten por el pudor que no hubieren a descubrir sus proyectos. Mienten porque no tienen pudor, pues, aun vistiendo su cuerpo con trajes regalados, niegan la evidencia de su impudicia. Pretenden engañar y asustan a los pobres y a los viejos con que los otros les rebajan sus pensiones o les retirarán sus ayudas, cuando las pretensiones que ellos ocultan van más allá de lo poco que revelan. No desean la igualdad, porque se avergonzarían de tener a un pobre sentado a su mesa; no quieren la educación ni la sanidad universal, porque nos igualaría a todos. La libertad de elección que pregonan pretende anular los derechos de todos,

La impudicia de la derecha no reside en el pudor que se le supone, sino en la impudicia de lo que se calla. No fueron ellos quienes otorgaron las pensiones no contributivas a quienes, tras trabajar toda su vida, llegaron al final de su vida activa sin nada, porque otros no hubieren pudor para contribuir por su trabajo a la caja común de todos.

En el silencio de los pobres radica el pudor, porque su honra cubre su cuerpo y su alma; en el de los ricos, más que pudor, reina la desvergüenza de un habla que dice lo contrario de lo que piensa y predica.

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