Juan Luis Barrera González,
fray Juan (Llerena, 1932; Sevilla, 2014), falleció el pasado martes en Sevilla a los 81
años de edad. Te sorprenden estas noticias, por inesperadas, cuando hacía
tiempo que no hubiéramos noticias de él. Quizá la última fuere la presentación
de su libro "115 recetas. Recetario de vigilia desde el convento de San
Buenaventura de Sevilla" (Sevilla, 2007), presentado en los Reales
Alcázares con la presencia de los entonces presidentes de Andalucía y
Extremadura, Manuel Chaves y Juan Carlos Rodríguez Ibarra; el alcalde de la
ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, y el cardenal arzobispo Carlos Amigo
Vallejo. Sería quizá su último acto público. La presencia de las máximas
autoridades de la región, de la ciudad y de su arzobispo, constituía todo un
tributo de admiración y agradecimiento
al humilde franciscano que elevó el arte culinario en el monasterio de
Guadalupe (Cáceres) a los altares de la patrona de Extremadura.
Había publicado fray Juan años antes "100 recetas de
fray Juan de Guadalupe" (Ediciones PPC, 2007), animado por el arzobispo
emérito de Mérida-Badajoz, Antonio Montero, tras su jubilación en 1998 y su
vuelta a Sevilla, tras pasar 45 años de ejercicio profesional en la Hospedería
del Real Monasterio de Guadalupe, que transformó en un hotel de fama
internacional sobre los cimientos de un edificio abandonado.
La figura de fray Juan se encuentra indisolublemente
unida a Guadalupe, a donde llegó en 1953, aunque regresó a Sevilla para
aprender el oficio de hostelero en el desaparecido hotel Madrid, de la plaza de
la Magdalena. Volvió a Guadalupe en marzo de 1954 para hacerse cargo de la
Hospedería del Real Monasterio. En 1968 le hacen director de ella tras
regentarla durante diez años.
Hubiere dos o tres recuerdos precisos de fray Juan. A
comienzos de la primavera de 1994 se inauguraba el nuevo comedor de la
Hospedería, obra del arquitecto Rafael Moneo, en la parte trasera del
monasterio. Asistían al acto la infanta Cristina; el presidente de la Junta de
Extremadura, Rodríguez Ibarra, y una amplia representación de la sociedad
extremeña, junto al arzobispo de su jurisdicción, el entonces cardenal primado
de España, Marcelo González Martín. En
1993, el Real Monasterio había sido declarado por la UNESCO patrimonio de la
Humanidad; pero, además, aquel día lucían en el altar mayor de la basílica los
dos `grecos´ recuperados del Museo de Santa Cruz y que pertenecieron
a una parroquia cacereña dependiente del arzobispado, como el propio Guadalupe.
El cardenal Marcelo González lo contó durante su intervención al término de la
comida. "Solicité a su excelencia (el presidente Ibarra) si habría
posibilidad de arreglar el tejado de una iglesia cacereña de su diócesis, que
estaba en estado de ruina. "Su excelencia --vino a decir- atendió mi
petición; pero, a cambio, me solicitó que los dos `grecos´ que estaban en el
Museo de Santa Cruz de Toledo, pertenecientes a una parroquia cacereña, volvieran
a Extremadura." Y así se hizo: la Junta arregló el tejado de la iglesia y
los `grecos´ vinieron a Guadalupe, junto a los `zurbaranes´ que
atesora. Aquel día no solo se inauguraba el comedor de Moneo, sino que los dos
`grecos´ cacereños volvían a su tierra. La reina Sofía inaugura hoy en el Museo
de Santa Cruz la muestra "El griego de Toledo", con motivo del cuarto
centenario de la muerte de El Greco, con obras del pintor provenientes de cinco
países y de 45 prestatarios. Fray Juan lució sus dotes culinarias en aquella
comida, que comenzó con la "sopa de la reina", nacida en la
hospedería del monasterio en honor de la reina Isabel, que tantas veces
visitare, y que él había rescatado del antiguo recetario. Al final de la
comida, el presidente Ibarra hizo llamar a fray Juan y anunció ante todos la apertura
del expediente para solicitar para él la Medalla de Oro al Mérito en el
Trabajo, que le fue concedida por Real Decreto 729/195, de 28 de abril, del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
En junio de 1996, el Príncipe de Asturias terminaba en
Guadalupe su primera visita oficial a Extremadura con un recorrido por el monasterio
y la visita al ayuntamiento, desde donde partiría para Madrid. Terminado
nuestro trabajo, el fotógrafo y yo, que acudimos a cubrir la información para
El Periódico Extremadura, regresamos para tomar nota de la dedicatoria del
Príncipe en el libro de visitas y un refresco en la cafetería de la hospedería
de fray Juan. Nos atendió con la humildad franciscana que le caracterizaba y
con su proverbial generosidad. "Gracias, fray Juan: no podemos más y
tenemos que volver a Cáceres...", le dijimos agradecidos. Todavía le vería
y hablaría con él por última vez en una cena con los empresarios organizada por
el periódico.
Fray Juan rescató la cocina tradicional del monasterio,
la elevó a categoría de arte y puso el nombre de su hospedería entre los
principales monumentos gastronómicos del país. Allí recibió a los Reyes y al
papa Juan Pablo II; a cardenales, arzobispos y obispos; y a cuantos peregrinos
se acercaban a él para saciar su sed y hambre, que él procuraba satisfacer. Y a
fe que lo hizo.
Descanse en paz fray Juan.
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