martes, 10 de diciembre de 2024

EL PRIMER SEPULCRO DE DON PELAYO ESTUVO EN UNA ERMITA DEDICADA A SANTA EULALIA DE MÉRIDA


    En periódicos de Madrid y Barcelona de los siglos XVIII y XIX son numerosas las crónicas, artículos, poemas y evocaciones de la patrona de Mérida, Santa Eulalia, alcaldesa perpetua de la ciudad y patrona, igualmente, de la juventud de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz y de otros muchos municipios españoles, además del patronazgo sobre la libertad de pensamiento, expresión, oratoria y elocuencia.

    Ahora, en que en el día de su festividad ponemos punto final al primer Año Jubilar, concedido por el papa Francisco en 2021, conviene recordar episodios del pasado que nos hablan de la justa fama que logró la santa emeritense por no renegar de la fe de Cristo.

    Es sabido que don Pelayo, considerado como el primer monarca del reino de Asturias, que rigió durante diecinueve años, e iniciador de la Reconquista, falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737 y que, tras su muerte, su cadáver recibió sepultura en la iglesia de santa Eulalia de Abamia, situada en la localidad asturiana del mismo nombre, en la que previamente había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa. Ambos sepulcros se hallan en la actualidad vacíos porque, según el cronista Ambrosio de Morales, Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, ordenó trasladar sus restos a la cueva de Covadonga.

    Lo que muchos no sabíamos hasta leer una crónica publicada en 1849 [1] es que Don Pelayo la dedicó a Santa Eulalia de Mérida, según afirma el erudito Carballo en sus Antigüedades de Asturias y recoge el citado autor en su crónica, y le dio el sobrenombre de la Sierra de Belamio, donde estaba situada.

Iglesia de Santa Eulalia de Abamia, después Santa Eulalia de Mérida, primer sepulcro de don Pelayo, rey de Asturias

    Ya nuestro colega Carmelo Arribas se preguntaba en un artículo publicado en 2018 que “Santa Eulalia fue patrona de España, pero, ¿por qué fue sustituida?” y recordaba a Bernabé Moreno de Vargas quien, en 1633, en su “Historia de la ciudad de Mérida”, escribía: “Así lo cuentan nuestros historiadores, y en particular Ambrosio de Morales, el cual dice que el rey Don Pelayo alcanzó esta celestial victoria por haber llamado en su ayuda a la insigne mártir Santa Eulalia de Mérida, que fue patrona y la de los españoles, pues los que estaban en Asturias, salieron entonces contra el moro Munnuza, que tenía el gobierno de Gijón y salía huyendo a meterse en el reino de León… y le alcanzaron, vencieron y mataron, a él y a los suyos, apellidando el favor y patrocinio de Santa Eulalia, por lo cual aquel sitio se llamó Olalla.” [2]

Sepulcro vacío original de Don Pelayo en la llamada por él iglesia de Santa Eulalia de Mérida


    Dice Cástor de Caunedo en su crónica que “no lejos de Cangas de Onís, de la Canicas romana, y del celebrado santuario de Covadonga, lugares tan renombrados en los primeros tiempos de la restauración, y sobre una amena colina siempre cubierta de verdura[3]  se ve una vieja iglesia, pobre hoy en su fábrica, pero rica en timbres y recuerdos. El nombre de este templo venerando lo vemos escrito por la pluma de los más antiguos de nuestros cronistas… es la Santa Eulalia de Belapnio del rey historiador Alfonso el Magno… La Belania, y Abelaniae del monge (sic) del Albelda, la Abamia de los tiempos posteriores…” Sostiene el autor que bastan dos consideraciones para que el piadoso edificio fuese mirado con respeto y entusiasmo: ser la iglesia más antigua que existe en España y haber cobijado bajo sus bóvedas el sepulcro que guardó un día los restos del inmortal Pelayo.

Puerta antigua de la ermita de Santa Eulalia de Abamia

    La fábrica de Santa Eulalia de Mérida de Cangas de Onís fue antiguamente monasterio en el que, como la mayor parte de los de aquella época, se seguía la regla de San Benito. Yepes, en la historia de esta institución monástica, así lo afirma y señala sus principios en 737. Carballo afirma que a la iglesia de Santa Eulalia se acogieron muchos monjes, que vinieron a Asturias desde otras provincias del interior huyendo de los árabes, y que esta fue la causa de convertirse en monasterio.

    A pesar de las repetidas restauraciones que sufrió desde su creación, el antiquísimo templo conserva en su exterior numerosos vestigios que bastan para hacernos concebir en su primitivo estado a la primera basílica de los reyes de Asturias, edificada con la severa y majestuosa arquitectura que nació en Bizancio en tiempos de los constantinos y murió en Jerusalén en tiempos de los cruzados.

    El cronista afirma que la fábrica de la iglesia reviste un aspecto de ancianidad, que inspira a primera vista respeto y devoción. Entre los restos del primitivo edificio contemporáneo de los triunfos de Covadonga, que hoy permanecen en el actual, se presentan en primer término los sepulcros vacíos de Pelayo y Gaudiosa, y la parte comprendida entre la puerta y la capilla mayor. “La circuye una muy rara cornisa formada por cabezas de animales, todas distintas y espantables, que vierten por sus bocas las aguas llovedizas, y tiene a la parte del mediodía una suntuosa portada que, en otros tiempos, era la entrada principal, notabilísima por su imponente sencillez, y muestra, a pesar del excelente estado de conservación en que persevera, su remota antigüedad.”

    Señala el cronista que, en el interior de la iglesia, todos los altares parecen ser obra de los últimos años del siglo pasado y en el mayor se ve representada en relieve, y muy detalladamente, la batalla de Covadonga. Varias de las figuras principales, tales como las de don Pelayo, su caballo y tres guerreros que le acompañan que están en primer término, son casi del tamaño natural. En cuanto a los cenotafios,[4] recuerda la transcripción de Carballo: “Murió Pelayo en tierras de Cangas de Onís y antes su mujer que, como él, fue enterrada en Santa Eulalia de Velamio.” La época de la traslación de sus cuerpos a Covadonga es muy incierta al no mencionarla ninguno de los antiguos historiadores. Ambrosio de Morales supone que debió ser posterior al siglo XIII, puesto que la Crónica General de Alfonso el Sabio afirma estar en Belamia los restos de don Pelayo; sin embargo, era ya tradición inmemorial en el siglo XVI, y hoy subsiste viva, que aquella se verificó por Alfonso I el Católico, cuando la erección del monasterio de Santa María de Covadonga, hoy Colegiata, y creyendo acertadamente aquel célebre rey que el heroico padre de su esposa debía reposar en el mismo lugar que fuera teatro de su gran victoria.

    La histórica iglesia de Abamia sirve aún de parroquia a un extenso territorio, pues es matriz de dos anejos o hijuelas, Labra y Zardón, y comprende, además de los lugares de este nombre, los de Abamia, Ateos, Bustobela, Celorio, Corao, Castillo de Corao, Corain, Cueto de Abamia, Igena, Intriago, Isonso, Paroso, Perllece, Santianes de Zardón, Soto de Cangas, Teleña y Torio. Además, son de su jurisdicción los caseríos de Carmones, Tabariega, Pan desiertos y otros y su población asciende a 1.033 habitantes.

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[1] Vid.: Arribas, Carmelo: Santa Eulalia fue patrona de España, pero, ¿por qué fue sustituida?”, en Santa Eulalia de Mérida, de 19 de junio de 2018.

[2] Vid.: Cástor de Caunedo, NicolásSanta Eulalia de Abamia, en Semanario Pintoresco Español, de 6 de mayo de 1849, págs. 140 y ss. (Biblioteca Nacional de España).

[3] Nota de Cástor de Caunedo: Santa Eulalia de Abamia dista una legua de Covadonga, y media de Cangas de Onís, a cuyo ayuntamiento y partido judicial pertenece.

[4] Vid.: Diccionario de la RAE: Monumento funerario en el cual no está el cadáver del personaje a quien se dedica.


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