Al hace ayer balance de la
Conferencia Política del PSOE, el ex presidente de la Junta de Extremadura y
actual presidente del Grupo Parlamentario Socialista, Guillermo Fernández Vara,
ha sido el primero en dar el paso adelante para apuntarse a las elecciones primarias
para elegir al candidato socialista en Extremadura, posibilidad abierta
también en las comunidades autónomas, si así lo decidían sus órganos de
dirección.
Vara
no solo se ha apuntado --y ha dado el primer paso-- a las dos decisiones más
relevantes que pueda tomar un partido: la definición de su proyecto político y
la elección de su candidato o candidata a la presidencia del Gobierno de España
mediante primarias abiertas, "el único partido en España que tiene el
coraje de dar un paso de tan gran calado", según el documento
de conclusiones de la Conferencia Política.
Y
aunque algunos en el PP se hayan vanagloriado de que, mientras ellos han estado
hablando de "las reformas
necesarias para sacar España adelante", reprochan al PSOE que se hayan
enfrentado a "problemas territoriales, de proyecto político y de
liderazgo", es conveniente recordar que el paso dado por los socialistas
es de tal calado que no se atrevería a hacerlo nunca el PP pues, como es bien
sabido, el actual presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, fue elegido
a dedo por Aznar candidato a la Presidencia en 2003. Es, pues, conveniente y
saludable que nadie mencione la horca en casa del ahorcado y de que cada uno
conforme su proyecto político como sus delegados deseen, que ya dirán después
los electores lo que hubieren de decir.
Y
es el caso que, tanto los de uno como los de otros, se han manifestado
totalmente en contra de esa falta de democracia interna en los partidos, que
eligen a sus candidatos a dedo, en la que mandan los grupitos de presión, y
nunca los militantes, que terminan siendo meros comparsas no invitados más que
a los mítines y a las mesas electorales como interventores. No es esa la
democracia que la Constitución pide a los partidos políticos según el artículo
6: "Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la
formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental
para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son
libres dentro del respeto a la Constitución y la ley. Su estructura interna y
funcionamiento deberán ser democráticos." Teóricamente lo fueren; pero, en
la práctica, dejan mucho que desear, al imperar por encima de la voluntad
democrática de sus miembros, la libre voluntad del aparato que elige las listas
y las ejecutivas a su modo y manera, así como un jefe que se va, elige a dedo a
su sucesor. Y luego recuerdan al Generalísimo, cuando ellos son los mismos con
distintos collares...
La
Conferencia Política del PSOE ha dado, en este sentido, un salto cualitativo
que obliga a todos sus miembros y simpatizantes, al ampliar y fijar el rol de
tres figuras: la del militante, que sale reforzada por el mayor papel que se da
a las agrupaciones; la del afiliado directo, que colaborará con el partido de
forma directa, aunque no hubiere la obligación de pertenecer a ninguna; y el
simpatizante, que colabora y participa en los procesos de primarias. Si este
abanico no fuera suficiente para democratizar la participación política de los
ciudadanos, la desafección hacia la política y los partidos rodarían por los
suelos, como las cabezas cortadas por ellos mismos con tanta frialdad como
carencia de ética y de democracia que dicen profesar. "El
debate debe ser de los afiliados, no de los dirigentes", como bien
confesaba Vara hace dos años, anticipándose a esta nueva realidad escrita y
aprobada por la Conferencia.
Es
preciso acabar con clanes y aparatos que desdibujan la ilusión de quienes,
honesta y honradamente, desean servir los intereses públicos mediante el
ejercicio político. La designación a dedo, los clanes, los grupitos que hacen
de la política su profesión y no servicio al pueblo, pueden acabar con el
sistema mismo. Aquella pintada de la transición: "Españoles,
no se os puede dejar solos" simbolizaba, a la par, un descontento
frente a los deseos de unos de "ir más deprisa" y los de otros por
haber perdido lo que todos ganamos.
No
solo hay que "meter
la cuchara" en las listas, como dijo el portavoz de la ejecutiva
regional socialista al presentar las listas del candidato Vara por las dos
circunscripciones provinciales extremeñas; ni siquiera aquello de crear los perfiles
para después poner el nombre, que estuvieren escritos de antemano en el cuaderno
rojo porque, como él bien dijo, "Zapatero no fue elegido por su perfil,
sino por su discurso"; ni aquello de nombrar a dedo a los presidentes de
las cajas; o de colocar en las listas, junto a algún que otro licenciado en
leyes, a mequetrefes de sindicatos, auxiliares administrativos, agricultores y desahuciados
de otros menesteres, que nunca realizaren... Así no se llegará nunca al "ámbito
ciudadano de decisión", que es el único que encarna la soberanía nacional
(artículo 1.2 de la Constitución).
Vara
es --y sigue siendo-- el mirlo blanco de Extremadura, no el verso perdido que
busca titulares por doquier. Su santidad, que se le reconoce, sobrevuela la
tierra; pero es preciso elevarla a la gloria de los altares en mayo de 2015,
entonces, cuando las directrices de la Conferencia Política sean un programa de
facto que le otorgue la confianza de las ilusiones y los votos perdidos para
nada.
Mientras
tanto, que el PP se meta en sus cuarteles, que nadie le canta a ellos lo que a
bien les dé la gana hacer, como que Rajoy encargue a Arriola la
elección del líder del PP en Andalucía (bien cerca la tiene en Fuengirola);
o que el presidente de la Diputación de Cáceres, con veinte años en política
por la gracia de su colega de Facultad, tenga que ser concejal electo a los 44
años para ser presidente de la misma, y nadie se da por enterado...; o que sus
alcaldes, y a la vez senadores, se apoltronen en Madrid, descuidando sus
deberes en casa, como los de Cáceres, Trujillo o Coria, y antes Badajoz..., y
nadie dice ni pío, una incompatibilidad
ética que afecta a todos, y que los dos principales partidos deberían echar por
tierra en el Congreso, en lugar de tirarse los trastos a la cabeza... y perder
el tiempo en cantares que a nadie llegaren.
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