miércoles, 4 de diciembre de 2013

PERCEPCIONES Y SENSACIONES EXTREMEÑAS


           La percepción es, según la Academia, la sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos; el conocimiento o idea. Nuestros sentidos aprecian, captan, traducen ideas y pensamientos; detectamos la clarividencia frente a la indolencia, la apatía, la displicencia, la indiferencia, antónimos todos de la percepción. Hubiéremos capacidad para recibir, mediante los sentidos, imágenes e impresiones externas para conocer la realidad. La percepción no presupone la comprensión. Necesita aquella descodificar los mensajes, digerirlos, darles sentido para crear la respuesta. Es una hipótesis la percepción que la memoria capta y procesa. La percepción no es sinónima de sensación. A mí me da la sensación..., --solemos oír-- de que Monago predica para incrédulos, como si los ciudadanos no hubieren fe ni en sí mismos ni en sus prédicas diarias sobre la cultura del emprendimiento. Que emprendan ellos, dicen otros emulando a Unamuno. La sensación se vive a partir de un estímulo, que ofrece una respuesta precisa al hecho captado a través de los sentidos. La percepción, en cambio, es la interpretación de la sensación. Monago no estimula: adormece en su discurso reiterativo del emprendimiento. Sensu contrario, Vara ha aprendido, y aprehendido, en su travesía del desierto a interpretar las sensaciones que han captado sus sentidos y que devienen en significado tras su clasificación cerebral. Monago no impresiona ni estimula los sentidos; Vara añade un plus a la percepción: la interpretación de las sensaciones, en la soledad de quien las procesa desde la otra orilla, la que le da la experiencia de quien tuvo, pero no retuvo. Monago es la sensación que resultare de una impresión; Vara es ya la interpretación de las sensaciones. El primero ofrece estímulos, que no provocan respuestas, porque la gravedad trucada de su gesto no estimula la respuesta clara a lo que captan los sentidos. La canción que interpretan Monago y sus acólitos son percibidas por los oyentes como sensaciones. La reiteración del mensaje no multiplica per se sus efectos: los hiberna; en cambio, las sensaciones hilvanadas con otras escuchadas con anterioridad, en un proceso de aggiornamiento, devienen en la percepción. La sensación es intuitiva; la percepción, racional.

              Hay muchos políticos que no pasan a la historia porque solo ofrecen sensaciones, intuitivas, perceptibles, pero sin respuestas. La percepción es la racionalidad. El discurso racional de Ibarra --comprensible, traducible en sus parábolas-  semeja el de la diplomacia humanística de Saponi, tan alejada de los voceros de Monago, que mezclan sensaciones con percepciones. La sensación nos llega; la percepción nos gana, nos convence y nos incita a la respuesta. Vara, al escuchar más que hablar, interpreta las sensaciones que les llegan, que las convierte en percepciones. Solo hace falta que las sensaciones que reciba de sus adláteres no le confundan en la percepción final del mensaje, que después será obra. Entonces, cuando no baste solo la cuchara para limpiar el plato, sino la escoba y la fregona para sacar brillo a la casa común de todos; cuando la percepción de la realidad no sea tan solo un cúmulo de sensaciones ad hoc que llegaren a oídos ya no inexpertos: avisados, como los del papa Francisco, para levantar los espíritus dormidos por un aluvión de sensaciones, pero no por el tsunami de las percepciones.
 

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