lunes, 1 de junio de 2015

SANTIAGO CASTELO, CON BANDERA DE EXTREMADURA

 
           Hace dos meses quizás, el amigo José Antonio Ramos, correspondiente de las Reales Academias de Extremadura y de la Historia y cronista oficial de Trujillo, me daba noticia del ingreso hospitalario de Santiago Castelo. Cinco días atrás le preguntaba por cuarta o quinta vez por su estado: me respondía que había mejorado y que se resistía a irse. Hasta que el viernes, a las 20.28, me daba la triste noticia de su fallecimiento.
            Había compartido esas noticias con dos personas a las que quiero y admiro: al gran alcalde de la democracia en Cáceres, José María Saponi, y con el director de DEX, Paco Gutiérrez, que también el viernes por la tarde me escribiere para comunicarme la noticia. Llegué tarde a casa y tuve una boda familiar este fin de semana lejos de Cáceres, que no me ha impedido recordarle durante todo este tiempo, y compartir la triste noticia con otros colegas y amigos, nada más hacerse pública. A Saponi le hurté la penúltima noticia sobre su estado: le voy a aburrir, me dije; pero no la última sobre él, que me agradeció el sábado. José Antonio Ramos ha dicho en DEX todo lo que hubiere de decirse sobre el poeta, el escritor, el periodista y el gran extremeño que fuere hijo predilecto de Granja de Torrehermosa (Badajoz), y Medalla de Extremadura en 2006.
            Mi relación con Castelo principia en 1973 cuando me envía su biografía sobre otro gran extremeño --quizá por quien entrare en el periódico ABC--, Pedro de Lorenzo, compañero suyo durante toda la vida en el periódico madrileño y en la Academia Extremeña. Ediciones y Publicaciones Españolas S. A. (EPESA) emprendió una colección de grandes escritores contemporáneos, dirigida por Luis de Castresana y José Gerardo Manrique de Lara. A Castelo le correspondió el honor de hacer la de Pedro de Lorenzo, según Manrique de Lara porque "extremeños autor y personaje, son hombres que abordan los extremos, que se atalayan, que se asoman... y por eso ven y contemplan, porque saber contemplar desde las alturas más cimeras es una forma de arrogancia literaria que luego se comprueba en el valor específico de la palabra escrita", decía en la presentación de la obra. Le precede a este prefacio una dedicatoria que le define como extremeño y su vinculación a la tierra en la que viere la luz: "A mis padres, por nacerme extremeño." Todo extremeño él, como su maestro Pedro de Lorenzo, que un día dijere: "No quisiera ser nada en esta vida si para ello hubiere de renunciar a ser extremeño." Como él, quien el 7 de septiembre de 2006 dijere, tras recibir la Medalla de Extremadura en el Palacio de Congresos de Cáceres, en un alarde de extremeñismo, extrapolando el nombre de Extremadura que aprendimos en la enciclopedia de Álvarez: "España, dos: Cáceres y Badajoz". Extremadura como tierra bastante --más extensa que algunas naciones europeas-- para ser solo España. No suele incluirse esta su primera obra en sus biografías, porque fuere más poeta y periodista que ensayista. Me citaba en la bibliografía sobre el biografiado tres artículos publicados en el Diario Extremadura y en el desaparecido semanario Cáceres en 1972 y 1973. Por eso me enviare su dedicatoria: "A ..., tan conocedor de la obra lorentina, tan amador de nuestra Extremadura."
            Siempre, desde entonces, hube una relación con Castelo en dos vertientes: como colegas y extremeños. Y nunca, desde la distancia, perdimos esta relación que nos unió hasta su muerte. En el año 2000 le entrevistaba para El Periódico Extremadura en su calidad de director de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes (véase    el citado diario de 01/10/2000, págs. 20-21). Me hablaba, cómo no, de la pasión por su tierra, de la que nunca se sintió desvinculado: "La ausencia del roce la compensé con la dulzura de la poesía... Soy un hombre de Extremadura que va, como diría mi inolvidable Pedro de Lorenzo, con bandera de Extremadura por el mundo... Extremadura es mis raíces, mis vivos y muertos, mi ayer, mi hoy, mi mañana y mi eternidad."
            Me vincula para siempre a Castelo otro libro mío, "Retratos de personajes extremeños" (Editorial Círculo Rojo, 2014, págs. 65-66),  en el que le incluyo, y al que solo le falta actualizar la fecha de su muerte. Y te vas sin despedirte, Santiago, apenas dos meses en el hospital --"mecachis en la mar", como decías-- y vuelves a tu pueblo en una tarde de primavera para ser semilla de eternidad y para el florecimiento de una rosa, cuando hace años que florecieren en tu calle. Con Extremadura como bandera, que "ahora vive con pulso y lo que hay que hacer es fomentar su esperanza". Tan cerca en la memoria y tan cerca de mí, paisano, colega, amigo. Ya volviste a tu tierra. Que ella te sea leve. Tu obra quedará para siempre.
 

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