Hubiéremos escrito durante nuestra vida muchos puntos y seguido, bastantes puntos y aparte, numerosos puntos finales; pero ha llegado el día y la hora que nunca previmos porque ignoráremos: el punto final de la vida. ¿Y cuál fuere ese punto final? ¿Acaso el del último libro, el del último artículo, el de la última carta...? Hacía unos días tan solo que aquel hombre, aquella mujer a la que conocimos y tratamos, han puesto punto final a su vida. Y estuvieren avisados: Memento homo quia pulvis est et in pulverem reverteris (Génesis, 2-17-19). (Acuérdate, hombre, que polvo eres y al polvo volverás...) Tras expulsarle del jardín del Edén, Dios había avisado a su primera criatura sobre la Tierra, Adán: Comerás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado, pues polvo eres y al polvo volverás. (Génesis, 3, 17-19). Nos lo recuerda la Iglesia el Miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, al imponérnosla durante la misa. Es un signo de la caducidad de la condición humana, signo penitencial desde el Antiguo Testamento y como signo de conversión a la que estamos llamados en Cuaresma. La ceniza simboliza la muerte, la conciencia de la nada, la vanidad de las cosas de este mundo, el arrepentimiento y la penitencia. Para el cristiano, la muerte es el término de todos los sueños vanos del hombre; a sensu contrario, creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. "La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella." (Tertuliano: De resurrectione mortuorum). ¿Qué sentido dan nuestros soldados cuando cantan La muerte no es el final para honrar a los caídos por la patria? El P. Cesáreo Gabaráin, al componerla, lloraba la muerte de su organista, un muchacho de 17 años, de su parroquia. Su pasaje central fue elegido como himno para honrar a los caídos y la entonan durante el tradicional traslado de la corona de laurel hasta la bandera en los ceremoniales militares de homenaje a los caídos.
"Cuando la pena nos alcanza
por un compañero perdido
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a Tu luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a Tu luz."
La muerte, el punto final de la vida, es también para el
cristiano, la otra vida, la luz que vemos al final del túnel, "Tu
luz". La conmemoración del Día de los Difuntos (2 de noviembre)
complementa al Día de Todos los Santos (día 1), cuyo objetivo es orar por
aquellos fieles (familiares y amigos en la Tierra) que han concluido su vida
terrenal.
Hemos vivido muchas semanas y ponemos punto y seguido; largos meses y
escribimos puntos y aparte; pero
hemos llegado al punto final. No
caben más puntos y seguido ni puntos y aparte; tan solo queda el punto final. Aludimos con él al punto
que pone fin a un texto y cierra la novela de nuestra vida. Finis coronat opus (el fin corona la
obra), con punto final, jamás como
punto y final. La partida ha concluido. Somos mortales, como todas las
criaturas que nacieron y se desarrollaron sobre la faz de la Tierra; como
quienes nos precedieron, devueltos a la otra vida, conducidos hacia otra luz...
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