lunes, 11 de noviembre de 2019

UN NUEVO AMANECER

           

 
           No hubiéremos finalizado aún nuestros sueños y principia un nuevo amanecer. Cada día se inicia con un nuevo amanecer y se cierra con el anochecer. El orto y el ocaso, el canto del gallo y el de la lechuza. Entre ambos, sueños inacabados, esperanzas y deseos por cumplir. "La mayor oscuridad es siempre la que precede al alba", dice Dan Brown. ¿Y qué esperábamos en este nuevo amanecer tras un día que pareciere distinto, aunque no distante, de cualquier otro? Quizás un nuevo sol que iluminare España más que el de ayer sin el frío del día; pero el hombre propone y Dios dispone. Ni los sondeos, encuestas y pronósticos, pasados incluso por la cocina, dan siempre en la diana del alba. "A todos se debe la mañana/ a algunos la noche./ Solo a algunos elegidos,/ la luz de la aurora", sostiene Emily Dickinson.
 
            La noche rompe los sueños de unos y acaricia los de otros. Ya han hablado quienes debieren hacerlo y fueren convocados para ello. Sin fatiga ni hartazgo por la situación, el pueblo ha hablado durante el día. Al despuntar el siguiente día, aun antes del alba, los gallos han pregonado la voz de sus amos. Se ha hecho el silencio. "Vuelve a tu nada, dijo el sol a la noche quebrando el alba" (Jenaro Talens).
            El nuevo amanecer convoca a otros a la tarea encomendada, sin prisa pero sin pausa. Se les ha dado un aval, no para cantar victoria, sino para trabajar para el servicio público. No hubiere mejor encomienda en el nuevo amanecer, en todos los días soleados, fríos, lluviosos quizá, que nos esperaren hasta otro nuevo amanecer que no será otro que el del nuevo año. Antes aún de que llegare, deberá haber visto la luz el nuevo alba esperada: la gobernanza de un pueblo que, sin desmayo, ha hablado para verla. No hacerla realidad sería matarla, sin verla ni disfrutarla. Las voces se apagarían antes del nuevo amanecer. No hagamos realidad las palabras de Virgilio: "La aurora había traído a los desgraciados su luz pura, llevándoles nuevamente trabajos y fatigas." Por ello, muchos no hablan. Esperan el amanecer, sin más, como si su concurso no fuere necesario;  como si la voz apagada no esperare un nuevo amanecer; como si este solo fuere cosa de otros, que lo tomaren como propio sin que nadie se lo hubiere dado. El amanecer se presta, como el día, para hacer realidad los sueños del pueblo. Nos os durmáis, como decía el poeta, porque la brisa de la mañana guarda secretos para ti...

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