Antes de Navidad, los escolares ya están de vacaciones. Los aeropuertos y las estaciones de ferrocarril y autobuses se llenan de usuarios que vuelven a casa por Navidad, como decía la conocida canción de una marca de turrón, uno de los dulces típicos de estas fechas: “Vuelve, vuelve… a casa por Navidad.” Siempre hay algo que nos hace volver a casa por Navidad, las fiestas que nos llaman al reencuentro familiar, junto a los padres y abuelos, unidos todos junto al belén y el árbol que nos recuerdan y evocan el origen de estas fiestas.
La Navidad es una festividad religiosa que recuerda el nacimiento de Jesús, mientras que Papá Noel (Santa Claus, San Nicolás) es una figura legendaria, inspirada en San Nicolás de Bari, que reparte regalos a los niños en Nochebuena o en el día de Navidad, desde su hogar en el Polo Norte, acompañado de renos y duendes, basándose en la tradición de ser bondadosos y ayudar a los necesitados, convirtiéndose en un símbolo de generosidad y alegría durante las fiestas.
La figura de San Nicolás, cercana a la fecha de su muerte (6 de diciembre) fue adaptada para convertirse en el repartidor de regalos navideños, fusionando la tradición cristiana con la figura pagana de los dones. Otros, en cambio, justifican esta adaptación de la Navidad cristiana por la pagana de los regalos para que los niños tengan tiempo en vacaciones de disfrutar de los juguetes porque, después de Reyes, apenas disponen de dos días antes de volver al cole. Unimos, así, la tradición cristiana, propia de nuestra religión y civilización, a la pagana, exclusiva de los regalos a nuestros niños, olvidando nuestra tradición de Reyes, que fueron los que los trajeron al recién nacido en Nochebuena.
Aparte de los regalos a los niños, subsiste otra tradición tanto o más secular: las felicitaciones navideñas, hace más de medio siglo solo por carta postal, luego por teléfono, hoy por correo electrónico o wasap…
Los tiempos cambian y las tradiciones mutan; se transmiten de generación en generación y evolucionan a lo largo del tiempo: de los Reyes a Papá Noel, de las cartas postales (de quienes, ausentes, nos felicitan la Navidad) al teléfono, correo electrónico o wasap. Las tradiciones se adaptan a la realidad sin perder su esencia.
Hay, empero, otras adaptaciones que nada tienen que ver con la tradición ni con nuestra hermosa lengua: es el uso constante de anglicismos para expresar nuestras felicitaciones: nos empeñamos en decir el anglicismo christmas en lugar de crismas, crisma o, mejor aún, felicitación de Navidad o tarjeta de Navidad, que aún subsisten por correo electrónico, en lugar de e-mail.
Más aún, la perversión del lenguaje induce a algunos a cambiar lo que es propio de la tradición de la Navidad. La mayoría cristiana felicita la Navidad, período de tiempo que comprende desde Nochebuena hasta Reyes. Nuestros padres y educadores nos enseñaron desde pequeños a decir “feliz Navidad y Año Nuevo”, “felices Pascuas y Año Nuevo”. Sin embargo, cada día más observamos cómo la política se inmiscuye hasta en lo más sagrado de nuestra tradición. En las entradas de ciudades y pueblos pueden leerse carteles de “Feliz Navidad”, sin son de derechas, o “Felices fiestas”, si lo fueren de izquierdas, como deseando anular lo que muchos creen y que todos compartiesen lo que otros piensan. Otros hubiere que felicitan las “fiestas de invierno” y algunos hasta las fiestas del `solsticio de invierno´, uno de los dos momentos del año en que el Sol está más alejado del ecuador, marcando el día más corto y la noche más larga, que se produce el 21 o 22 de diciembre… ¡Hasta ahí podríamos llegar…!
Ni christmas ni e-mail ni “felices fiestas” ni “fiestas de invierno” ni “solsticio de invierno”. Feliz Navidad, Año Nuevo y santas pascuas…

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