lunes, 28 de diciembre de 2015

LOS OTROS INOCENTES

 
           Son inocentes quienes no dañan ni ofenden; los libres de culpa y cargo de los que fueren acusados o encarcelados; los ingenuos o sin malicia; los niños que aún no han alcanzado razón suficiente; los adultos que presentan una discapacidad de tipo mental que les impide actuar y pensar con normalidad. El inocente no es ignorante. La carencia de conocimiento no supone maldad. ¿Cuál es, pues, el símbolo de la inocencia?  Los niños menores de 2 años de Belén, a quien el rey Herodes I el Grande mandó matar para deshacerse de quien, nacido en esa aldea, habría de ser el rey de reyes? Los Santos Inocentes del rey judío eran inocentes sin razón suficiente, así como Jesús, el elegido, que se libró de la matanza, porque naciere para redimir los pecados de los hombres con malicia, también contra la inocencia. El símbolo de la inocencia es una joven coronada con flores, que aparece lavándose las manos en una jofaina sobre un pedestal y que, en su proximidad, tiene un cordero blanco.
            No dañan ni ofenden los inocentes de verdad porque no tienen malicia en sus acciones. Sí lo son quienes despliegan un comportamiento ingenuo. Son más inocentes los que engañan que los fáciles de engañar por ser confiados. Hay una inocencia obligada por la edad y por los ebrios (en su boca está la verdad); la de los discapacitados que no son como todos, aunque lo aparenten, por su discapacidad mental; otros hubiere por su ignorancia. Los santos inocentes extremeños de Delibes --novela ambientada en los años 60 en un cortijo extremeño-- unen a su ignorancia la discapacidad de Azarías, cuya única preocupación es la cría de su milana bonita; o Charito, la Niña Chica, deficiente mental, siempre en su cuna, quienes, junto a Paco y Régula, y sus otros tres hijos --Nieves, Quirce y Rogelio-- viven en una humilde vivienda, obedeciendo a sus amos, soportando humillaciones sin queja alguna. Sus personajes --como el título de la novela y la festividad del día-- son, por tan sencillos, puros, inocentes e íntegros. La candidez de los personajes no es sinónima, a pesar de su incultura, de la inocencia; más bien de la resignación ante su suerte: la opresión de los señores. Son inocentes del alma, como los de Herodes. Son más inocentes los de la vida misma: aquellos que cantan victoria por no asumir su derrota; quienes, victoriosos, asumen la victoria como el principio y el final de lo que otros no pueden asumir. Son inocentes los seres humanos que han perdido la inocencia, porque les han arrebatado las libertades todas de su condición de seres libres; los niños refugiados de hoy, caídos sobre la arena, que huyen del fuego cruzado que les arrebatare su vida inocente; quienes confían en predicadores de paz cuando parecen llamar a la guerra. Frente a la inocencia de los inocentes, la malicia de los perversos. No solo son inocentes los bebés sacrificados por Herodes. Hay otras inocencias perdidas en el caminar de la vida. La cantante Mari Trini --Maritrini-- (Caravaca de la Cruz, 1947; Murcia, 2009) la fijaba  en su canción "Ayer" (1971) a los 20 años: "Ayer veinte años cumplí/ La inocencia perdí/ Desaté el corazón... Ayer treinta años cumplí,/Todo el porvenir/ Se alejaba de mí..."
 
 

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