El presidente de
Extremadura, Guillermo Fernández Vara,
ha despedido el año y felicitado el nuevo que comienza a medianoche de hoy con
un breve discurso pronunciado desde la Escuela Municipal de Música de
Campanario (Badajoz), con una apelación a la igualdad de oportunidades y un
llamamiento a la concordia, la solidaridad, la unidad y a la cultura como
"palanca que transforma a los pueblos".
Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Si, además, la
felicitación viene precedida por un gesto de generosidad, como el habido por el
presidente como mediador ante el grupo municipal de su partido en Cáceres para
la aprobación de los presupuestos locales
--lo que aún no ha sido posible en Extremadura-- es algo que le honra en
estos días del laberinto español, en el que se hace más necesaria que nunca la
suma de buenas voluntades más que la resta divisoria de egoísmos partidistas
que a nada bueno pueden conducirnos.
Vara desea
seguir compartiendo con la gente sus prioridades vitales: el derecho a un
empleo digno, la lucha contra la precariedad laboral, el derecho a una vivienda
para poder desarrollar el proyecto de vida, la lucha contra cualquier forma de
pobreza, unos servicios públicos al servicio de los ciudadanos; una escuela que
propicie la conciencia crítica y el desarrollo de los valores que nos hacen
mejores; una sanidad pública que bate este año un nuevo record de trasplantes;
unos servicios, en fin, que consigan la igualdad de oportunidades. Estos deseos
son derechos constitucionales que huelga reiterar, especialmente cuando su
decurso ante el nuevo año no se han plasmado aún en unas cuentas que puedan ir
haciéndolos posibles, en un panorama todavía tan incierto como difuso como con
el que iniciamos 2016.
Apela el presidente a "la concordia entre
generaciones" para seguir haciendo posible que se paguen las pensiones a
aquellos que se lo merecen, "porque tanto lucharon por su país y por su
tierra". Una apelación no baladí a la solidaridad y a la unidad, porque
"la caridad está muy bien, pero los derechos tienen que depender de los
presupuestos públicos". No podemos sembrar Extremadura de caridad, ni de
enunciados de buenas intenciones, si no hacemos efectivos los derechos
constitucionales que hagan efectiva la igualdad de oportunidades que se
pregona. Y, por ahora, la labor de su gobierno desde julio ha sido tan solo
eso: una reiteración de buenos propósitos por cumplir, pero aún sin el respaldo
que los haga posibles en el nuevo año.
Llama el presidente a la unidad de todos los extremeños,
por el interés general de la región, en un momento en que ha discutirse la
financiación autonómica. Está de más esa apelación, porque el acuerdo en esa
materia es algo que está en las manos de sus representantes políticos, que
antes tienen otras obligaciones más importantes que cumplir: un acuerdo de
gobernabilidad para España, para lo que se necesita ese espíritu de unidad ante
lo más necesario y urgente para el país, porque el resto vendrá por añadidura.
La historia la escriben cada día los extremeños que
cantan villancicos en una Escuela Municipal de Música de un pueblo extremeño;
los dirigentes políticos, quienes escriben y los que nada dicen, porque tan
solo hablan con su trabajo --los que lo tuvieren--, pero no con enunciados por
todos conocidos que, en la amanecida de un nuevo año, ignoran todavía si saldrá
de nuevo el sol, que otros se quieren apropiar para sí y hacernos volver al
pasado de un brasero de picón...
El nuevo año amanece con buenas intenciones y deseos;
pero estos, como la igualdad, no residen tanto en redoblar el género gramatical
que no la propicia (extremeños y extremeñas, ciudadanos y ciudadanas, chicos y
chicas...), porque basta con el masculino plural para englobarlos a todos, como
en trabajar todos los días para que la igualdad sea efectiva, la caridad sea
una excepción a la regla, y una mal entendida discriminación positiva mengue
los derechos de otros. En la Extremadura rural, todos son iguales; no hay fines
de semana ni vacaciones, porque la tierra espera sus cuidados si quieren comer;
y sus ganados no conocen Navidades ni Año Nuevo, porque sus necesidades han de
ser satisfechas todos los días del año. La Extremadura rural simboliza la
igualdad real, en la que hombres y mujeres conviven dándose la mano de la
unidad, sin privilegios de unos sobre otros, ni esperas políticas que tan solo
se limitan a reiterar los deseos de siempre. Esa, especialmente, es la que
espera la respuesta de los políticos que la gobiernan, tanto como que los
buenos deseos de todos que hoy compartimos se hagan realidad en el nuevo año.
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